TIEMPO DE PASCUA
Domingo, 9 de junio de 2019
Primera lect.: Hc 2, 1-11
Segunda lect.: I Cor 12, 3b-7.12-13
Tercera lect.: Jn 20, 19-23
Don
del Espíritu para la misión
El domingo de pentecostés es la culminación de la
Pascua. Con esta festividad se cierra la
cincuentena pascual, centrada en el misterio de Cristo resucitado y
glorioso. La presencia del Espíritu
Santo es realidad desde el día de pascua de resurrección, como vemos en el evangelio
de este domingo.
En la liturgia de la presente festividad (preste
atención a las oraciones y al prefacio) se expresa bien la unidad existente
entre pascua y resurrección y pentecostés.
Por ejemplo en el prefacio se dice: “Señor, Padre Santo: para llevar a
plenitud el misterio pascual, enviaste hoy el Espíritu Santo sobre los que
había adoptado como hijos por su participación en Cristo.
En la segunda lectura san Pablo realiza el paso del
pentecostés histórico o primero al pentecostés perenne en la vida cotidiana de
la Iglesia, donde el Espíritu actúa mediante la diversidad de carismas,
servicios y funciones para la edificación de la comunidad eclesial. Centrado
Pablo en los carismas auténticos, profundiza el tema estableciendo dos
principios fundamentales:
1.- La pluralidad de carismas y ministerios en la
comunidad cristiana es tan normal y necesaria como la diversidad de miembros y
funciones en el cuerpo humano, a cuya semejanza entiende Pablo la Iglesia, que
es el cuerpo de Cristo.
Contra la tentación de monopolizar el Espíritu, sea por parte de la autoridad
eclesial o por otro miembro de la
comunidad, Pablo afirma sin discriminaciones: “En cada uno se manifiesta el
Espíritu para el bien común”. El
Espíritu es verdad y no monotonía uniforme, es riqueza y no pobreza. por tanto hay que respetar a cada uno en su
carisma y personalidad cristiana dentro de la libertad de los hijos de
Dios. No es justificable sacrificar la
pluralidad en aras de la unicidad; pero a la autoridad eclesial compete el
juicio de autenticidad de los carismas, 2.- servicios y ministerios. No para sofocar el Espíritu, sino para
probarlo todo y quedarse con lo que es bueno.
2.- No obstante, la diversidad de carisma,
auténticos en los miembros de la comunidad no rompe la unidad dentro de la
misma. Porque los diversos dones y
servicios coinciden en su origen y finalidad. Su origen es el Espíritu de Dios,
en el que todos hemos sido bautizados para constituir un solo cuerpo; y su
finalidad, edificar la comunidad.
Hay cristianos llamados al sacerdocio o a la vida
consagrada a Dios por los consejos evangélicos.
Otros, la mayoría, son llamados al matrimonio y la familia. Hay cristianos, hombres y mujeres, dedicados
a la vida apostólica, la predicación, la teología, la enseñanza, la educación
de los niños y de los jóvenes, la catequesis, la atención asistencial a los
pobres, enfermos y ancianos abandonados.
Hay también cristianos comprometidos, como todos los anteriores, en la
promoción y liberación integral del hombre.
Hay oros finalmente, que tan sólo puede aportar el testimonio personal
de su vida corriente, lo cual es muchísimo.
La diversidad de carisma no es para el
enfrentamiento y la competencia, sino para la unidad y la
complementariedad. Cada uno vive su
condición cristiana y el seguimiento de Cristo dentro de la comunidad cristiana
conforme a una vocación que es llamada y carisma, don de Dios y servicio a los
demás.
Exhortación Final
(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada domingo, San Pablo, España, 1995, p. 495)
Hoy te bendecimos, Padre, porque todos hemos sido bautizados
En Cristo y en un mismo Espíritu para formar un solo cuerpo,
En el que la diversidad de sus miembros no rompa la unidad.
Gracias, Señor, por la riqueza de carisma en tu Iglesia
Mediante las diversas vocaciones al seguimiento de Cristo:
En la vida apostólica, la teología, la catequesis, la enseñanza,
La educación de niños y jóvenes, la atención a los marginados,
La asistencia a los pobres, enfermos y ancianos abandonados.
En todos ellos se manifiesta tu Espíritu para el bien común.
¡Oh Espíritu divino, repuebla la faz de la tierra y renueva
Entre nosotros los prodigios de un nuevo Pentecostés!
Amén.
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