Domingo, 14 de abril de 2019
Procesión: Lc 19,28-40
1ra lect.: Is 50,4-7
2da lect.: Flp 2,6-11
Evangelio: Lc 22,14-23-56
ENTRADA MESIÁNICA DE JESÚS EN JERUSALÉN
El Domingo de Ramos en
la pasión del Señor es la apertura de la semana santa, que es el tiempo
litúrgico más fuerte, más rico en contenido y de mayor intensidad religiosa de
todo el año cristiano, porque en ella celebramos el misterio central de nuestra
fe: la muerte y resurrección de Cristo.
Domingo de ramos conmemoramos la entrada mesiánica de Jesús en Jerusalén
y escuchamos la lectura de la pasión del Señor, y a partir del jueves santo se
inaugura el triduo pascual y que estaremos haciendo un programa especial la
próxima semana.
En cada uno de los 3
ciclos de este domingo se combinan dos evangelios: entrada de Jesús (procesión)
y pasión de nuestro Señor (misa). Al
contraponer estos dos momentos en la vida de Cristo, triunfo y humillación, se
establece una antítesis, más aparente que real; pues estos dos aspectos son, de
hecho, complementarios. El mesías de la
entrada en Jerusalén es menos triunfalista y está más cerca del Cristo de la
Pasión de lo que a primera vista parece.
Así se concluye de las lecturas bíblicas (Isaías y Pablo) que median entre
los ramos y la pasión. Cristo aparece
como el siervo sufriente del Señor (1ra Lec), a pesar de su condición divina
(2da lect).
La segunda lectura de
este domingo es un himno cristológico que probablemente san Pablo tomó de la
comunidad cristiana primitiva. Es la
mejor introducción teológica e interpretación kerigmática de la historia de la
pasión del Señor.
El himno parte de una
exhortación, inmediatamente precedente: Tengan ustedes los mismos sentimientos
propios de una vida en Cristo Jesús.
El domingo de ramos es
el punto de partida para la semana grande de la fe cristiana. Dada su importancia, no podemos trivializarla
con mero turismo y vacaciones (usted verá los reporteros desde ríos, playas y
cuarteles), tampoco debemos desperdiciarla desde el punto de vista
religioso. Participemos en las
celebraciones de estos días, tratemos de avivar la fe que da sentido a nuestra
vida, asimilando los sentimientos propios de una vida en Cristo Jesús.
La eucaristía es la
actualización de la pasión gloriosa del Señor, en ella hay 2 momentos que deben
captar nuestra atención:
1.- En el “Santo”
aclamamos conscientemente a Cristo mesías con las palabras del salmo: Bendito
el que viene en el nombre del Señor.
2.- Y después de la
consagración confesamos nuestra fe comunitariamente: Anunciamos tu muerte,
proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!
Exhortación final
(Tomado de B.
Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 263)
Gloria a ti, Señor Jesús,
el servidor paciente del Padre,
porque con tu cruz gloriosa
inauguras un amor sin fronteras.
Nadie te quita la vida,
sino que tú la entregas voluntariamente
por nosotros y por nuestra
salvación. ¡Misterio de amor!
No queremos lavarnos las
manos ni ser menos espectadores
en el drama de tu pasión.
Reconocemos nuestra culpa y pecado.
Tus enemigos creyeron
acallar tu voz para siempre,
pero la semilla de tu
palabra germina en el corazón del que ama
y del que vive contigo el
espíritu de las bienaventuranzas.
Concédenos seguirte
incondicionalmente, mientras anunciamos
tu muerte y proclamamos tu
resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!
Amén.
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