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MORADO
Miércoles, 6 de marzo de 2019
Sagrada Escritura:
Sagrada Escritura:
- 1ra
lect.: Dt 26,4-10
- 2da
lect.: Rom 10,8-13
- Evangelio:
Lc 4,1-13
Desde el más endeble
palillo hasta el árbol más frondoso del bosque, desde la más sencilla choza
hasta el edificio más imponente (como las torres gemelas, por ejemplo), desde
el hombre más “arrastrado” del mundo hasta el más encumbrado en las estructuras
sociales; al ser pasados por el fuego serán convertidos en cenizas. Tarde o
temprano seremos cenizas. Como dice la canción: “las calaveras todas
blancas son: el patrón y el negrito, el frutero y el pipón; las calaveras todas
blancas son. No importa cómo se muera, ni tampoco religión, las calaveras todas
blancas son…”
La ceniza era utilizada en muchas religiones para significar la actitud
penitente, para reconocer las fallas humanas y los propósitos de cambio. Los
ninivitas tras la predicación de Jonás hicieron ayuno y se sentaron sobre
ceniza (Jon 3,6). Jeremías invitó a los pastores y mayordomos de la grey
a cubrirse de ceniza, por los castigos que venían (Jer 25,34). Estos
signos externos sirven en la media que nos lleven a una toma de conciencia de
la realidad humana y a buscar la forma de mejorar.
Cuando nos quedamos únicamente en los signos externos y los tomamos como
algo obligatorio o incluso como un rito para pedir favores, desviamos el
sentido y los convertimos en distracciones dañinas. Si tomamos la ceniza como
signo de un profundo deseo de cambio y con una apertura a la acción de Dios en
nosotros, vale la pena, si no, mejor no nos signemos. Los ritos los hacemos
valiosos o los convertimos en vacíos, nosotros, según el manejo que les demos.
El evangelio tiene una invitación central: la justicia, y tres
derivaciones: limosna, oración y ayuno. Todo tiene que ir enmarcado en un deseo
sincero por mejorar nuestra vida delante de Dios y de los hermanos. No para
ganar admiración ni recibir los aplausos y el respeto de la gente; nunca motivados
por la hipocresía del que esconde una vida vacía y mediocre, y solo espera
reconocimiento para sentir que existe. “Cuiden de no practicar su
justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos” (v.1)
Limosna: Durante la
cuaresma que empieza hoy, es preciso revisar primero que todo cómo está nuestra
justicia para con Dios y para con los hermanos. La limosna en nuestro medio no
es bien vista, entre otras cosas, porque muchas veces se convierte en
complicidad con mendigos de profesión que sencillamente no quieren trabajar.
“La limosna hace al mendigo”. En algunas ciudades se han hecho campañas
educativas para evitar esta práctica ya que en diversas partes del mundo hay
mafias dedicadas a la explotación de enfermos, menores de edad, indígenas, desplazados
y ancianos. Estos vampiros de la sociedad se aprovechan de la
sensibilidad de la gente para lucrarse ilegal y miserablemente.
La limosna era entre los judíos una práctica que buscaba resarcir lo que
el medio le negaba a muchas personas: comida, vestidos, vivienda, etc. Se
partía de la convicción de que todos eran hermanos por ser hijos de Abraham, y
entre los hermanos no deberían haber pobres. En este caso hacer limosna era un
acto de justicia. Analizando los signos de los tiempos podemos revisar nuestras
prácticas de solidaridad. Evitar todo tipo de explotación, más aquella que se
hace aprovechándose de la sensibilidad humana, utilizando gente para pedir
limosna. Lo que sí es un imperativo ético cristiano y humano es la justicia, la
solidaridad, la equidad, para que todos podamos vivir dignamente. Necesitamos
buscar formas inteligentes para canalizar efectivamente nuestra ayuda
solidaria.
Oración: Un árbol para
crecer bien necesita echar buenas raíces. Si sólo nos preocupamos por el
conocimiento intelectual y por hacer muchas cosas, corremos el riesgo de llevar
una vida superficial que tarde o temprano nos hará estrellar y nos producirá un
fuerte dolor. Necesitamos generar espacios para la oración, para estar solos en
la intimidad de nuestro ser.
Además de la contaminación ambiental, en nuestro mundo hay mucha
contaminación visual y auditiva. Por todos lados vemos vallas que nos invitan a
consumir, consumir y consumir. En nuestro mundo convulsionado la bulla es la
reina del lugar: los vehículos, los gritos de la gente, la música estridente, y
si además de ello llegamos a la casa y encendemos la radio o la televisión,
oprimimos más a nuestro yo interior que clama a gritos un respiro. Claro que
necesitamos estar abiertos al mundo y a los signos de los tiempos. Pero también
necesitamos hacer un alto en el camino, cerrar la puerta y, muy en interior de
nuestras conciencias, analizar y evaluar nuestro ser y quehacer, encontrarnos
con nuestro Padre que ve en lo escondido.
Ayuno: Jesús no fue precisamente
el maestro del ayuno. Su experiencia religiosa y humana en general, con los
hermanos y con el Padre Dios, la basó más en vivir la vida cotidiana y hacer
las cosas ordinarias con verdadera grandeza. Más que un asceta solitario fue un
personaje muy social que le gustó banquetear con todo tipo de personas. En
muchas ocasiones lo criticaron y lo acusaron de ser comilón y bebedor,
amigo de publicanos y pecadores (Mt 11,18-19). ¡Eso no significa que haya
despreciado el ayuno! Él sí practico el ayuno en algunos momentos y le encontró
sentido (Mt 4,1ss). Y en el evangelio de hoy lo sugiere.
¿Por qué, para qué y de qué cosas de podemos ayunar? De ninguna manera
porque si mortificamos el cuerpo vamos a estar más cerca de Dios, como pensaban
durante la edad media. Muchas personas basaron su vida en esta premisa y todo
el tiempo no hicieron otra cosa que mortificarse y muchas veces mortificar a
los demás. Porque según esta ideología, todo lo mundano (los apetitos del
cuerpo y los placeres de la carne), eran malos y nos alejaban de Dios. Algunas
veces con motivaciones religiosas o estéticas se ha caído en enfermedades como
la bulimia y anorexia. Con estas características hay muchos santos en el
santoral romano, que aunque no dudo de su santidad y buenos deseos, no se puede
ocultar sus desequilibrios psicológicos. ¡Aquellas épocas!
Con un móvil únicamente sanitario y estético, en ocasiones los
nutricionistas recomiendan ayunos terapéuticos vigilados por profesionales para
eliminar toxinas y armonizar el organismo. Así que, desde este ángulo es
recomendable el ayuno controlado. Desde lo religioso, lo primero nos sugiere
Dios no es tanto abstenernos de comidas para maltratar el pueblo, sino la
justicia. Pero no nos hará mal de vez en cuanto abstenernos de algo.
¿Qué tal si dejamos algún o algunos días sin almorzar o cenar? ¿!Que tal
si pasamos unos días a pan y agua o comiendo sólo frutas? Cuando se pasa la
hora de las comidas y no hemos comido empezamos a experimentar nuestra
mendicidad existencial. Entonces comprenderemos mejor a los más de 40 millones
de seres humanos que padecen hambre. Entonces comprenderemos mejor a los 1200
millones de seres humanos que sobreviven con menos de un dólar diario y a los
2200 que lo hacen con menos de dos (según el informe da la PNUD’ 2001)[1]. ¿Que tal si pasamos siquiera una semana
sin utilizar la Internet, sin ver la TV, sin encender la radio? ¿Qué tal si
dejamos el carro en el garaje, siquiera por un tiempo, y tomamos el metro, el
bus u otro medio de trasporte alternativo? Entonces comprenderemos mejor a
tantos excluidos que no pueden acceder a estos servicios.
¿Qué tal si nos abstenemos del cigarrillo, del alcohol o de alguna otra
dependencia dañina? Nos quitaríamos de encima un gran peso. ¿Qué tal si nos
abstenemos de ir de rumba unos cuantos fines de semana? ¿Qué tal si nos
abstenemos de tener relaciones sexuales genitales por un tiempo y hacemos el
ejercicio de descubrir otras formas de amar, a las cuales nunca podremos llegar
si nos quedamos en una búsqueda compulsiva, narcisista y egoísta del placer por
el placer?
Practicando el ayuno en diversas “presentaciones”, tal vez nos
incomodemos un poco y nos dé algún síndrome de abstinencia: (mal genio,
ansiedad, sentimiento de soledad, rabia, desazón, etc.). Pero podemos vivirlo
con dedicación, aprender de esa experiencia, y abrir nuestro corazón a Dios y a
los hermanos que padecen hambre, sed, des escolaridad, marginación u otros
males de nuestro mundo. Y si esta vivencia nos mueve a ser mejores amantes,
solidarios, compasivos y misericordiosos y a buscar caminos reales para una
nueva humanidad, entonces ocurrirá en nosotros una “extraña” transformación:
nos convertiremos en mejores seres humanos.
“Conviértanse
a mí de todo corazón con ayuno, con llanto, con luto. Rasguen los corazones y
no las vestiduras”. (1ra lect.). “El ayuno que yo aprecio, ¿consiste acaso
en que un hombre mortifique por un día su alma, o en que traiga su cabeza
inclinada o baja de modo que casi forme un círculo, o se tienda sobre el
círculo y la ceniza? ¿Por ventura a esto lo llamas tú ayuno y día aceptable al
Señor? ¿Acaso el ayuno que yo estimo no es más bien el que tú deshagas los injustos
contratos, que canceles las obligaciones que oprimen, que dejes en libertad a
los que han quebrado, y quites todo gravamen? ¿Que partas tu pan con el
hambriento, y que a los pobres y a los que no tienen hogar los acojas en tu
casa, y vistas al que veas desnudo, y no desprecies tu propia carne o a tu
prójimo? Si esto haces amanecerá tu luz como la aurora, y llegará presto tu
curación, y delante de ti irá siempre tu justicia, y la gloria del Señor te
acogerá en su seno” (Is 58,5-8).
[1] Luis Espinal, martir español en Bolivia
manifestó después de terminar una huelga de hambre durante casi tres semanas,
día y noche, al lado de mineros, que luchaban por la vida: “Por primera
vez en la vida me sentí un pequeño burgués intelectual útil al pueblo… me ha
ayudado a comprender mejor al pueblo hambriento. El hambre es una experiencia
de violencia, que nos permite entender la osadía y la ira de un pueblo. Quien
la experimenta por sí mismo, advierte mejor la urgencia de trabajar por la
justicia en el mundo” (Revista Selecciones de Teología Vol 45 2006, p.
79)
Autor: Neptalí
Díaz Villán CSsR.
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