sábado, 18 de abril de 2020

HOMILIA: II Domingo de Pascua (Divina Misericordia) Ciclo A

Color: BLANCO

II Semana del Salterio

Domingo, 19 de abril de 2020


CITAS BÍBLICAS

-         1ra lect.: Hch 2, 42-47
-          Sal 117, 2-4. 13-15.22-24
-          2da lect.: 1P 1,3-9
-          Evangelio: Jn 20,19-31



" TRES EFECTOS DE LA RESURRECCIÓN "

P. Wilkin Castillo

Una vida nueva: Hermanos este año tenemos la dicha de tener un lema hermoso, el cual dice: “Con Jesús palabra encarnada nuestra vida será transformada.” Es bueno saber que el objetivo de nuestra cuaresma, es la resurrección. Por eso, los que hemos renacidos con Cristo en la Pascua, somos criaturas nuevas. San Pedro en la segunda lectura de hoy nos dice con firmeza: “Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que, en su gran misericordia, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo.”

La Pascua es la fiesta de una novedad; Cristo, por su resurrección, ha hecho nuevas todas las cosas, es por eso que nosotros somos redimidos en él. Cristo con su muerte y resurrección, ha derrotado el pecado, ha vencido a la muerte y nos ha justificados. Por todas estas razones los cristianos no podemos seguir viviendo en el pecado, sino, que hemos de caminar con la luz de la resurrección.

La misma comunidad de discípulos fue transformada por la resurrección del Señor. Así, la primera lectura, del libro de los Hechos de los Apóstoles, narra la manera como las primeras comunidades cristianas “vivían en comunión constantes, en escuchar las enseñanzas de los apóstoles, en la fracción del pan y en las oraciones.” De este modo, la manera como vivían los cristianos era un testimonio para sus contemporáneos. Así comenzó a crecer la Iglesia, por el testimonio de los primeros cristianos.

Hoy, nosotros también estamos llamados a vivir de este modo, llenos del amor de Dios, unidos como verdaderos hermanos. Éste es el primer efecto de la resurrección: una vida nueva que nace de la alegría del resucitado y que es testimonio para todos aquellos que comparten con nosotros.


La alegría y la paz: En el pasaje del Evangelio que hoy hemos escuchado de nuevo un relato de la aparición de Cristo resucitado. En esta ocasión leemos cómo los discípulos estaban a puertas cerradas en una casa por miedo a los judíos. La muerte del Señor ha dejado a los discípulos sumidos en el miedo y en la confusión. Al parecer si Dios no está con nosotros, nos vienen los miedos, los temores y la inseguridad. Pero en medio de nuestra casa, aunque las puertas estaban cerradas a inicio, aparece Cristo Resucitado, nos da su paz y a nosotros los amigos de Jesús se nos llena el corazón de alegría al verle a Él.

Éste es el segundo efecto que produce en nosotros la resurrección. La alegría es el signo propio de los cristianos, pues nosotros creemos en un Dios que está vivo y presente entre nosotros. Es cierto lo que Jesús había dicho: “Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo.”

Cristo, tras su muerte, no nos ha abandonado, sino que permanece a nuestro lado para siempre. Y ésta es la mayor de las alegrías que podemos experimentar. Ya no hay miedo, pues Cristo está vivo. Además, Cristo nos trae la paz, pues, si el pecado es odio, ira, envidia, mentira y soberbia y otras cosas más que nos llevan a la muerte, la Resurrección es vida y Cristo ha vencido el pecado, y por ello Cristo Resucitado es portador de la paz y alegría. Es esa paz del corazón, la paz que nos une de nuevo a Dios y a los demás.

La misericordia: Lo rezamos con el salmo: “Den gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia”. Que lo digan los fieles del Señor, que lo diga la Iglesia entera, que lo digan todas las naciones, la misericordia del Señor no tiene fin, es eterna, pues Dios ha vencido a la muerte, ha destruido el pecado, nos ha salvado con su resurrección. Es hermoso saber que san Juan Pablo II dedicara este segundo domingo de Pascua para celebrar la Divina Misericordia de Dios, pues si tuviéramos que resumir la Pascua, pasión, muerte y resurrección de Cristo en una sola palabra, tendríamos que decir: “es eterna su misericordia.” El pecado ha abierto en nosotros unas heridas que nos duelen, que producen muerte, pero Dios, por su misericordia, ha cerrado en nosotros esas heridas al abrir las heridas de su Hijo en la cruz. Ahora, las llagas que quedan para siempre en el cuerpo lacerado de Cristo, las mismas llagas que Tomás tuvo que tocar para creer, son para nosotros una prueba que Dios es misericordioso y que sus heridas nos curan.


Vivamos con gozo esta fiesta de la Misericordia; Cristo Resucitado nos regala una vida nueva, nos da paz y alegría, y por su gran misericordia nos ha salvado. “Den gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia”.

Feliz Pascua de Resurrección. Aleluya. Aleluya.


II Domingo de PASCUA.  Ciclo A



19 de abril de 2020



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