II Semana del Salterio
Domingo, 19 de abril de 2020
CITAS BÍBLICAS
- 1ra lect.: Hch 2, 42-47
- Sal 117, 2-4. 13-15.22-24
- 2da
lect.: 1P 1,3-9
- Evangelio: Jn 20,19-31
" TRES EFECTOS DE LA
RESURRECCIÓN "
P. Wilkin Castillo
Una vida nueva: Hermanos este año tenemos la dicha de tener un lema hermoso, el cual dice: “Con Jesús palabra encarnada nuestra vida será transformada.” Es bueno saber que el objetivo de nuestra cuaresma, es la resurrección. Por eso, los que hemos renacidos con Cristo en la Pascua, somos criaturas nuevas. San Pedro en la segunda lectura de hoy nos dice con firmeza: “Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que, en su gran misericordia, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo.”
Una vida nueva: Hermanos este año tenemos la dicha de tener un lema hermoso, el cual dice: “Con Jesús palabra encarnada nuestra vida será transformada.” Es bueno saber que el objetivo de nuestra cuaresma, es la resurrección. Por eso, los que hemos renacidos con Cristo en la Pascua, somos criaturas nuevas. San Pedro en la segunda lectura de hoy nos dice con firmeza: “Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que, en su gran misericordia, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo.”
La Pascua es la
fiesta de una novedad; Cristo, por su resurrección, ha hecho nuevas todas las
cosas, es por eso que nosotros somos redimidos en él. Cristo con su muerte y
resurrección, ha derrotado el pecado, ha vencido a la muerte y nos ha
justificados. Por todas estas razones los cristianos no podemos seguir viviendo
en el pecado, sino, que hemos de caminar con la luz de la resurrección.
La misma
comunidad de discípulos fue transformada por la resurrección del Señor. Así, la
primera lectura, del libro de los Hechos de los Apóstoles, narra la manera como
las primeras comunidades cristianas “vivían en comunión constantes, en escuchar
las enseñanzas de los apóstoles, en la fracción del pan y en las oraciones.” De
este modo, la manera como vivían los cristianos era un testimonio para sus contemporáneos.
Así comenzó a crecer la Iglesia, por el testimonio de los primeros cristianos.
Hoy, nosotros
también estamos llamados a vivir de este modo, llenos del amor de Dios, unidos
como verdaderos hermanos. Éste es el primer efecto de la resurrección: una vida
nueva que nace de la alegría del resucitado y que es testimonio para todos
aquellos que comparten con nosotros.
La alegría y la
paz: En el pasaje del Evangelio que hoy hemos escuchado de nuevo un relato de
la aparición de Cristo resucitado. En esta ocasión leemos cómo los discípulos
estaban a puertas cerradas en una casa por miedo a los judíos. La muerte del
Señor ha dejado a los discípulos sumidos en el miedo y en la confusión. Al
parecer si Dios no está con nosotros, nos vienen los miedos, los temores y la
inseguridad. Pero en medio de nuestra casa, aunque las puertas estaban cerradas
a inicio, aparece Cristo Resucitado, nos da su paz y a nosotros los amigos de
Jesús se nos llena el corazón de alegría al verle a Él.
Éste es el
segundo efecto que produce en nosotros la resurrección. La alegría es el signo
propio de los cristianos, pues nosotros creemos en un Dios que está vivo y
presente entre nosotros. Es cierto lo que Jesús había dicho: “Yo estaré con ustedes
todos los días hasta el fin del mundo.”
Cristo, tras su
muerte, no nos ha abandonado, sino que permanece a nuestro lado para siempre. Y
ésta es la mayor de las alegrías que podemos experimentar. Ya no hay miedo,
pues Cristo está vivo. Además, Cristo nos trae la paz, pues, si el pecado es
odio, ira, envidia, mentira y soberbia y otras cosas más que nos llevan a la
muerte, la Resurrección es vida y Cristo ha vencido el pecado, y por ello
Cristo Resucitado es portador de la paz y alegría. Es esa paz del corazón, la
paz que nos une de nuevo a Dios y a los demás.
La misericordia:
Lo rezamos con el salmo: “Den gracias al Señor porque es bueno, porque es
eterna su misericordia”. Que lo digan los fieles del Señor, que lo diga la
Iglesia entera, que lo digan todas las naciones, la misericordia del Señor no
tiene fin, es eterna, pues Dios ha vencido a la muerte, ha destruido el pecado,
nos ha salvado con su resurrección. Es hermoso saber que san Juan Pablo II
dedicara este segundo domingo de Pascua para celebrar la Divina Misericordia de
Dios, pues si tuviéramos que resumir la Pascua, pasión, muerte y resurrección
de Cristo en una sola palabra, tendríamos que decir: “es eterna su
misericordia.” El pecado ha abierto en nosotros unas heridas que nos duelen,
que producen muerte, pero Dios, por su misericordia, ha cerrado en nosotros
esas heridas al abrir las heridas de su Hijo en la cruz. Ahora, las llagas que
quedan para siempre en el cuerpo lacerado de Cristo, las mismas llagas que
Tomás tuvo que tocar para creer, son para nosotros una prueba que Dios es
misericordioso y que sus heridas nos curan.
Vivamos con gozo
esta fiesta de la Misericordia; Cristo Resucitado nos regala una vida nueva,
nos da paz y alegría, y por su gran misericordia nos ha salvado. “Den
gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia”.
II Domingo de PASCUA. Ciclo A
19 de abril de 2020
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