miércoles, 7 de noviembre de 2018


Trigésimo Segundo Domingo.  Tiempo Ordinario Ciclo B

Color: verde          IV Semana del Salterio

 La Palabra de este domingo (I Re 17, 10-16 y Mc 12, 38-44) nos presente a dos mujeres creyentes y generosas, que además tienen en común de pertenecer a esa clase de personas insignificantes que hoy en día no serían entrevistadas por los periodistas ni perseguidas por las cámaras de las revistas sociales, pues no son jóvenes ni bellas, no pertenecen a la alta sociedad, no son influyentes ni poseen abultadas cuentas bancarias, y no se casan y ni se divorcian para los fotógrafos. Sin embargo, su talla moral es sumamente impresionante.
Nos encontramos frente a dos mujeres viudas y pobres; por tanto, están dentro de un grupo social que encarnaba la desgracia y el colmo del infortunio en aquella sociedad de entonces, por carecer de marido y de ingresos.
En los dos casos bíblicos de este Trigésimo Segundo Domingo del Tiempo Ordinario, en el ciclo B, la calidad personal, la actitud de compartir lo que se tiene y la autodonación, incluidas en el gesto de ambas viudas, contaron ante Dios más que la cantidad material de su respectiva ofrenda, muy insignificante en ambos casos: un panecillo y unos centavos (unos chelitos, diríamos en República Dominicana.

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