Color:
Verde
Domingo, 27 de enero de 2019
Sagrada Escritura:
Primera: Neh 8, 2-4a.5-6.8-10
segunda: I Cor 12, 12-30
Evangelio: Lc 1, 1-4;4,4-21
Sagrada Escritura:
Primera: Neh 8, 2-4a.5-6.8-10
segunda: I Cor 12, 12-30
Evangelio: Lc 1, 1-4;4,4-21
Érase
una vez un seguidor de San Francisco de Asís que le pedía: "Francisco,
enséñame a predicar". Y San Francisco le llevaba a visitar a los enfermos,
a ayudar a los niños, y a dar comida a los pobres. Juntos recorrían las calles
de Asís haciendo el bien a todos. El discípulo le preguntaba, ¿pero, cuándo me
vas a enseñar a predicar? Francisco le contestaba: "hermano, ya estamos
predicando".
Predicando
con el ejemplo, con la vida. Nuestra manera de vivir es nuestra predicación. No
hace falta tener un micrófono o subir al púlpito para predicar. Todos somos
predicadores. Nuestra presencia en la iglesia predica nuestra fe, nuestro amor
a Jesús y nuestro deseo de vivir como él vivió.
Cuando
usted viene a reunirse con los hermanos en la iglesia, está predicando.
Cuando
usted se queda en la cama el domingo, está predicando.
Cuando
dice: qué frío hace hoy. Me quedo en casa. Está predicando.
Cada
vez que voy al dentista me hace siempre la misma pregunta: "¿Con anestesia
o sin anestesia?" A veces, le contesto: hoy, sin anestesia.
La
predicación en la iglesia debiera ser siempre sin anestesia.
Sin anestesia
se siente más la aguja y el torno, pero no estás ocho horas con las mandíbulas
dormidas.
Es
más hermoso y práctico un sermón que vemos que un sermón que oímos.
Es
más eficaz un sermón que camina que un sermón que se grita. ¿Por qué?
Porque
el ojo es mejor alumno que el oído y el ejemplo es más claro que el consejo.
Ambos
son necesarios: el sermón que camina y el sermón que se grita, el sermón que
nos entra por los ojos y el que nos entra por los oídos.
Y esta
es la historia de Jesús de Nazaret.
San
Lucas, 4, 14-21, nos dice que Jesús volvió a su pueblo, Nazaret, lleno del
Espíritu, enseñaba en la sinagoga y aquel día abrió el libro e hizo la lectura
del profeta Isaías.
Todos
tenían los ojos fijos en él.
Terminada
la lectura dijo: "Hoy se cumplen estas profecías que acaban de
escuchar".
Jesús
no vino a predicar cosas lindas. Vino a hacer cosas lindas.
Jesús
no vino a enseñarnos el camino del cielo. Vino a hacer con nosotros el camino
hacia el cielo.
Jesús
no vino a predicar el infierno. Vino a abrir las puertas del cielo a todos.
Jesús
vino a "proclamar el año de la gracia del Señor".
Amnistía
para todos. Libertad para los cautivos. Buenas noticias para los pobres.
Jesús
es fantástico pero no porque fuera el mejor predicador, los había más sabios,
es fantástico porque su palabra se cumplía, y se cumple, porque vivía lo que
decía. Es fantástico por sus obras.
Los
charlatanes, los políticos, los predicadores, todos nosotros, hacemos promesas
y profecías, contamos visiones, ofrecemos la luna, estamos llenos de buenos
deseos y qué pobres son nuestras obras.
Nosotros
hacemos juramentos de amor eterno y no duran porque confundimos el amor con el
placer.
Jesús
vino a amarnos a todos y su amor dura porque se cumplió y consumó en la cruz.
Jesús
comenzó su ministerio diciendo el primer día "hoy se cumple esta
escritura" y pudo decir el último día: "Todo está cumplido".
Tal
vez le quedaban muchas cosas por predicar y muchos cuentos que contar, pero
todo estaba hecho y "todo lo hizo bien".
De
ninguno de nosotros se podrá decir semejante cosa.
El
reto es no predicar más y mejor sino obrar más y mejor.
"Ejemplo
les he dado, hagan ustedes lo mismo".
III Domingo. Tiempo Ordinario
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