miércoles, 12 de junio de 2019

HOMILÍA: Santísima Trinidad. Ciclo C


TIEMPO ORDINARIO
Color: BLANCO

Domingo, 16 de junio de 2019

-         1ra lect.: Prov 8,22-31
-         Sal 8
-         2da lect.: Rom 5,1-5
-         Evangelio: Jn 16,12-15


El Dios uno y trino de nuestra fe

Para ventura nuestra el Espíritu de la verdad, que Jesús nos da, es también Espíritu de amor, y es el amor lo que más ayuda a conocer a las personas en profundidad.  Por eso para comprender plenamente a Dios, más útil que “saber cosas” de él es amarlo y experimentar personalmente su paternidad, porque Dios es la nueva y más gratificante dimensión de nuestra vida pequeña e incluso, a veces, mezquina. Tal experiencia de Dios dilata nuestro corazón abriéndolo a la esperanza.  “Esta esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado” (Rom 5, 1-5).
El Dios de la revelación monoteísta de la biblia se fue revelando progresivamente al hombre a través de la creación y de la historia del pueblo del antiguo testamento.  Y alcanza su plena transparencia en el Hombre-Dios que es Jesús de Nazaret, palabra e imagen suya en carne humana. ¿Quién es Dios? Jesús contesta: Dios es Padre de los hombres, a quienes hace hijos suyos porque los ama; Dios es Hijo que se hace hombre para liberar a los humanos del pecado y congregarlos en la comunidad, pueblo y familia de Dios que es la Iglesia; Dios es Espíritu Santo, don y amor, que nos santifica y nos da conciencia de nuestra adopción filial.  Este es el Dios, uno y trino, en quien creemos.
Al revelarnos Jesús el misterio trinitario, nos enseñó también con su palabra y su ejemplo a hablar a Dios con la familiaridad que revela el padrenuestro. Y, consiguientemente, nos orientó al amor y a la fraternidad universales.
Habremos de preguntarnos hoy con sinceridad qué significa el misterio trinitario en nuestra vida de bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. ¿Nos dejemos guiar por el Espíritu de la verdad? ¿Hemos realizado por la fe el encuentro personal con el Dios uno y trino que mora en nosotros, en cada uno y en la comunidad eclesial de la que formamos parte?  Es evidente a todas luces que queda excluida de nuestro esquema vital la servidumbre al pecado, como incompatible con nuestra condición de redimidos por Cristo e hijos de Dios.
Somos guiados por el Espíritu de Jesús siempre que servimos a la verdad de la vida, a las relaciones y derechos humanos, al amor y a la fraternidad, a la dignidad y la liberación integral del hombre; en una palabra, siempre que servimos al reino de Dios que, como expresan las primeras peticiones del padrenuestro, es la soberanía e imperio amoroso de la voluntad de Dios en nuestra existencia personal, familiar, laboral y cívica.
Toda la estructura litúrgica de la celebración eucarística es simultáneamente cristológica en su desarrollo, y trinitaria en su intención final, como abiertamente lo expresa la doxología que cierra la plegaria eucarística: “Por Cristo, con él y en él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria”. La acción de gracias a Dios por parte de Jesucristo, que asocia a su función sacerdotal tanto al presbítero que preside y actúa en su nombre como a la comunidad celebrante y alabanza al Dios uno y trino.
Todo en la misa, desde el saludo a la despedida tiene impronta trinitaria que es patente en todos los elementos: Gloria, oraciones, credo, prefacio y plegaria central.  Así mismo la aclamación de la asamblea de escuchar la palabra: ¡te alabamos, Señor! ¿Qué otra finalidad ha de tener nuestra vida sino glorificar a Dios?  Según escribió san Ireneo: la gloria de Dios es el hombre que tiene su vida.  Entonces, repita usted conmigo: “GLORIA AL PADRE, y al HIJO, y al ESPÍRITU SANTO”.

 Exhortación Final

(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada domingo, San Pablo, España, 1995, p. 498)

Dios todo poderoso y eterno, uno y trino, tres veces santo,
¿cómo nos atreveríamos a pronunciar tu nombre sublime
y llamarte Dios-Padre, Dios-Hijo y Dios-Espíritu Sant,.
si Jesucristo, el Hijo de Dios, no nos lo hubiera revelado?

Gracias, Padre, por el amor que en Cristo nos manifestaste;
y gracias también, porque abriendo el círculo trinitario,
nos admites en tu familia como hijos de adopción por Cristo
y por el Espíritu que nos impulsa a llamarte con verdad: ¡Padre!

Haz, Señor, que guiados por tu Espíritu, nos conduzcamos
como hijos tuyos que viven gozosos la conciencia de serlo,
y con nuestra vida te demos culto y alabanza por siempre.

Amén.


Solemnidad de la Santísima Trinidad









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