miércoles, 29 de mayo de 2019

HOMILÍA: Ascensión del Señor. Ciclo C


         TIEMPO DE PASCUA
Color: BLANCO

Domingo, 2 de junio de 2019

Primera lect.: Hc 1, 1-11
Segunda lect.: Ef. 1, 17-23
Tercera lect.: Lc 24, 46-53


CRISTO GLORIFICADO ES EL HOMBRE NUEVO
La ascensión del Señor que hoy celebramos es una síntesis teológica de la fe cristiana y la culminación de misterio pascual de Cristo, quien después de la prueba y humillación suprema es glorificado y constituido Señor del universo y cabeza de la humanidad y de la Iglesia.  Pero el aspecto plenificante de la glorificación del Señor resucitado desborda también hacia nosotros.  Cristo resucitado y exaltado a la gloria del Padre es el hombre nuevo, primicia de la nueva creación de Dios; es la medida del hombre perfecto y el signo que testimonia el destino esplendoroso de la humanidad restituida por medio de él a su imagen primordial, reflejo de su Creador.
Cristo entra en la vida nueva que supone su resurrección, no solamente como Dios e Hijo de Dios, sino como hombre e Hijo del hombre que es.  Cristo es el nuevo Adán y el representante de la humanidad nuevamente creada.  Pues Cristo no asciende él solo, sino que lleva consigo nuestra condición humana que asumió por la encarnación.

En el contexto de esta creación del hombre nuevo, hacia la que se orienta el misterio pascual de Cristo, hay que ver el tiempo y la misión de la Iglesia que inaugura Jesús en evangelio de este domingo, cuando dice a sus discípulos: “Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Y ustedes son testigos de esto”.
Cristo resucitado se despide de sus discípulos en el momento de su exaltación definitiva a la gloria del Padre; pero antes transmite su obra y misión a los apóstoles, es decir, al grupo de los creyentes, quienes quedan constituidos por la fuerza del Espíritu en testigos de Jesús hasta los confines del mundo, para anunciar el evangelio a todas las naciones.  La Iglesia, la comunidad cristiana, no está sola en este envío para la evangelización y el testimonio que continúan la misión de Cristo, porque él le dará lo que el Padre ha prometido, es decir, el bautismo y la fuerza del Espíritu durante su ausencia física.

Exhortación Final

(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada domingo, San Pablo, España, 1995, p. 489)

Dios Padre nuestro, hoy se llena de júbilo nuestro corazón
por la glorificación de Cristo Jesús. Él es el hombre nuevo;
y en su exaltación gloriosa es dignificada la naturaleza humana.
Por todo ello alabanza a ti, y gozo y esperanza para tus hijos:
Donde está Él, que es nuestra cabeza, esperamos llegar nosotros.

Ilumina los ojos de nuestro corazón para que comprendamos
cuál es la esperanza a la que nos llama en Cristo resucitado
y cuál la riqueza de la gloria que tú das a tus elegidos.

Mientras tanto, queremos cumplir la tarea que Él confió:
anunciar a todos la buena nueva de tu amor de tu salvación.
Danos la luz y la fuerza de tu Espíritu para esta misión.

Amén.












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