TRIDUO PASCUAL
Domingo, 19 de abril de 2019
Is 52, 13-53.12
He 4,14-16; 5-7
Jn 18, 1-19: 42
PRIMERA
LECTURA
El fue traspasado por nuestras rebeliones.
Lectura del profeta
Isaías. Is 52,13-53,12.
Mirad,
mi siervo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho. Como muchos se espantaron de
él, porque desfigurado no parecía hombre, ni tenía aspecto humano; así
asombrará a muchos pueblos: ante él los reyes cerrarán la boca, al ver algo
inenarrable y contemplar algo inaudito. ¿Quién creyó nuestro anuncio? ¿A quién
se reveló el brazo del Señor?
Creció en su presencia
como un brote, como raíz en tierra árida, sin figura, sin belleza. Lo vimos sin
aspecto atrayente, despreciado y evitado por los hombres, como un hombre de
dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros;
despreciado y desestimado. El soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros
dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado, traspasado
por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo
saludable vino sobre él, sus cicatrices nos curaron. Todos errábamos como
ovejas, cada uno siguiendo su camino, y el Señor cargó sobre él todos nuestros
crímenes. Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca; como un
cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no
abría la boca. Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron. ¿Quién meditó en su
destino?
Lo arrancaron de la
tierra de los vivos, por los pecados de mi pueblo lo hirieron. Le dieron
sepultura con los malhechores; porque murió con los malvados, aunque no había
cometido crímenes, ni hubo engaño en su boca. El Señor quiso triturarlo con el
sufrimiento. Cuando entregue su vida como expiación, verá su descendencia,
prolongará sus años; lo que el Señor quiere prosperará por sus manos. A causa
de los trabajos de su alma, verá y se hartará; con lo aprendido, mi Siervo
justificará a muchos, cargando con los crímenes de ellos.
Por eso le daré una
parte entre los grandes, con los poderosos tendrá parte en los despojos; porque
expuso su vida a la muerte y fue contado entre los pecadores, y él tomó el
pecado de muchos e intercedió por los pecadores.
Palabra de Dios.
Salmo
responsorial. Sal 30,2.6.12-13.15-16.17
y 25.
R./ Padre, a tus manos
encomiendo mi espíritu.
A ti, Señor, me acojo:
no quede yo nunca
defraudado;
tú que eres justo,
ponme a salvo.
A tus manos encomiendo
mi espíritu;
tú, el Dios leal, me
librarás.
R./
Soy la burla de todos
mis enemigos,
la irrisión de mis
vecinos,
el espanto de mis
conocidos;
me ven por la calle y
escapan de mí.
Me han olvidado como a
un muerto,
me han desechado como a
un cacharro inútil.
R./
Pero yo confío en ti,
Señor,
te digo: «Tú eres mi
Dios».
En tu mano están mis
azares;
líbrame de los enemigos
que me persiguen.
R./
Haz brillar tu rostro
sobre tu siervo,
sálvame por tu
misericordia.
Sed fuertes y valientes
de corazón,
los que esperáis en el
Señor.
R./
SEGUNDA
LECTURA
Experimentó la
obediencia, se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le
obedecen.
Lectura de la carta a
los Hebreos. Heb 4,14-16; 5,7-9.
Hermanos:
Tenemos un Sumo Sacerdote que penetró los cielos: Jesús, el Hijo de Dios.
Mantengamos firmes la fe que profesamos. Pues no tenemos un Sumo Sacerdote que
no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo, igual que
nosotros, excepto en el pecado. Acerquémonos, por tanto confiadamente al trono
de gracia, a fin de alcanzar misericordia y hallar gracia para ser socorridos
en el tiempo oportuno.
Cristo, en los días de
su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que
podía salvarlo de la muerte, y fue escuchado por su actitud reverente. El, a
pesar de ser Hijo, aprendió sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación
se ha convertido para todos los que obedecen en autor de salvación eterna.
Palabra de Dios.
Versículo antes del
Evangelio. Flp 2,8-9
Cristo, por nosotros,
se sometió incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó
sobre todo y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre».
EVANGELIO
Pasión de nuestro Señor
Jesucristo según San Juan. Jn 18,1-19.42.
C. En aquel tiempo
Jesús salió con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un
huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también
el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Judas
entonces, tomando la patrulla y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los
fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo
que venía sobre él, se adelantó y les dijo:
+ -¿A quién buscáis?
C. Le contestaron:
S. -A Jesús el
Nazareno.
C. Les dijo Jesús:
+ -Yo soy.
C. Estaba también con
ellos Judas, el traidor. Al decirles «Yo soy», retrocedieron y cayeron a
tierra. Les preguntó otra vez:
+ -¿A quién buscáis?
C. Ellos dijeron:
S. -A Jesús el
Nazareno.
C. Jesús contestó:
+ -Os he dicho que soy
yo. Si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos.
C. Y así se cumplió lo
que había dicho: «No he perdido a ninguno de los que me diste».
Entonces Simón Pedro,
que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del sumo sacerdote,
cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús
a Pedro:
+ -Mete la espada en la
vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?
C. La patrulla, el
tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron y lo
llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año,
el que había dado a los judíos este consejo: «Conviene que muera un solo hombre
por el pueblo».
Simón Pedro y otro
discípulo seguían a Jesús. Ese discípulo era conocido del sumo sacerdote y
entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedó fuera
a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a
la portera e hizo entrar a Pedro. La portera dijo entonces a Pedro:
S. -¿No eres tú también
de los discípulos de ese hombre ?
C. El dijo:
S. -No lo soy.
C. Los criados y los
guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban.
También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose.
El sumo sacerdote
interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de la doctrina.
Jesús le contestó:
+ -Yo he hablado
abiertamente al mundo: yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el
templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por
qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, de qué les he hablado.
Ellos saben lo que he dicho yo.
C. Apenas dijo esto,
uno de los guardias que estaba allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo:
S. -¿Así contestas al
sumo sacerdote?
C. Jesús respondió:
+ -Si he faltado al
hablar, muestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me
pegas ?
C. Entonces Anás lo
envió atado a Caifás, sumo sacerdote. Simón Pedro estaba de pie, caléntandose,
y le dijeron:
S. -¿No eres tú también
de sus discípulos?
C. El lo negó diciendo:
S. -No lo soy.
C. Uno de los criados
del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo:
S. -¿No te he visto yo
con él en el huerto?
C. Pedro volvió a
negar, y en seguida cantó un gallo.
Llevaron a Jesús de
casa de Caifás al Pretorio. Era el amanecer y ellos no entraron en el Pretorio
para no incurrir en impureza y poder así comer la Pascua. Salió Pilato afuera,
adonde estaban ellos y dijo:
S. -Qué acusación
presentáis contra este hombre?
C. Le contestaron:
S. -Si éste no fuera un
malhechor, no te lo entregaríamos.
C. Pilato les dijo:
S. -Lleváoslo vosotros
y juzgadlo según vuestra ley.
C. Los judíos le dijeron:
S. -No estamos
autorizados para dar muerte a nadie.
C. Y así se cumplió lo
que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir.
Entró otra vez Pilato
en el Pretorio, llamó a Jesús y le dijo:
S. -¿Eres tú el rey de
los judíos?
C. Jesús le contestó:
+ -¿Dices eso por tu
cuenta o te lo han dicho otros de mí?
C. Pilato replicó:
S. -¿Acaso soy yo
judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?
C. Jesús le contestó:
+ -Mi reino no es de
este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que
no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.
C. Pilato le dijo:
S. -Conque ¿tú eres
rey?
C. Jesús le contestó:
+ -Tú lo dices: soy
rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de
la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz. C. Pilato le dijo:
S. -Y ¿qué es la
verdad?
C. Dicho esto, salió
otra vez a donde estaban los judíos y les dijo:
S. -Yo no encuentro en
él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a uno en
libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?
C. Volvieron a gritar:
S. -A ése no, a
Barrabás.
C. (El tal Barrabás era
un bandido).
Entonces Pilato tomó a
Jesús y lo mandó azotar. Y los soldados trenzaron una corona de espinas, se la
pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura; y,
acercándose a él, le decían:
S. -¡Salve, rey de los
judíos!
C. Y le daban
bofetadas.
Pilato salió otra vez
afuera y les dijo:
S. -Mirad, os lo saco
afuera, para que sepáis que no encuentro en él ninguna culpa.
C. Y salió Jesús
afuera, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les
dijo:
S. -Aquí lo tenéis.
C. Cuando lo vieron los
sacerdotes y los guardias gritaron:
S. -¡Crucifícalo,
crucifícalo!
C. Pilato les dijo:
S. -Lleváoslo vosotros
y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él.
C. Los judíos le
contestaron:
S. -Nosotros tenemos
una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha declarado Hijo de Dios.
C. Cuando Pilato oyó
estas palabras, se asustó aún más, y entrando otra vez en el Pretorio, dijo a
Jesús:
S. -¿De dónde eres tú?
C. Pero Jesús no le dio
respuesta.
Y Pilato le dijo:
S. -¿A mí no me hablas?
¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?
C. Jesús le contestó:
+ -No tendrías ninguna
autoridad sobre mí si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha
entregado a ti tiene un pecado mayor.
C. Desde este momento
Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban:
S. -Si sueltas a ése, no
eres amigo del César. Todo el que se declara rey está contra el César.
C. Pilato entonces, al
oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el sitio
que llaman «El Enlosado» (en hebreo (Gábbata). Era el día de la Preparación de
la Pascua, hacia el mediodía.
Y dijo Pilato a los
judíos:
S. -Aquí tenéis a
vuestro Rey.
C. Ellos gritaron:
S. -¡Fuera, fuera;
crucifícalo!
C. Pilato les dijo:
S. ¿A vuestro rey voy a
crucificar?
C. Contestaron los
sumos sacerdotes:
S. -No tenemos más rey
que al César.
C. Entonces se lo
entregó para que lo crucificaran. Tomaron a Jesús, y él, cargando con la cruz,
salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota), donde
lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y
Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito:
«JESÚS EL NAZARENO, EL REY DE LOS JUDÍOS».
Leyeron el letrero
muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús y estaba
escrito en hebreo, latín y griego.
Entonces los sumos
sacerdotes de los judíos le dijeron a Pilato:
S. -No escribas «El rey
de los judíos», sino «Este ha dicho: Soy rey de los judíos».
C. Pilato les contestó:
S. -Lo escrito, escrito
está.
C. Los soldados, cuando
crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada
soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una
pieza de arriba abajo. Y se dijeron:
S. -No la rasguemos,
sino echemos a suertes a ver a quién le toca.
C. Así se cumplió la
Escritura: «Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica».
Esto hicieron los
soldados.
Junto a la cruz de
Jesús estaban su madre, la hermana de su madre María la de Cleofás y María la
Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo
a su madre:
+ -Mujer, ahí tienes a
tu hijo.
C. Luego dijo al
discípulo:
+ -Ahí tienes a tu
madre.
C. Y desde aquella
hora, el discípulo la recibió en su casa.
Después de esto,
sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la
Escritura dijo:
+ -Tengo sed.
C. Había allí un jarro
lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de
hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo:
+ -Está cumplido.
C. E, inclinando la
cabeza, entregó el espíritu.
Los judíos entonces,
como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la
cruz el sábado, porque aquel sábado era un día solemne, pidieron a Pilato que
les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron
las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al
llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino
que uno de los soldados con la lanza le traspasó el costado y al punto salió
sangre y agua. El que lo vio da testimonio y su testimonio es verdadero, y él
sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que
se cumpliera la Escritura: «No le quebrarán un hueso»; y en otro lugar la
Escritura dice: «Mirarán al que atravesaron».
Después de esto, José
de Arimatea, que era discípulo clandestino de Jesús por miedo a los judíos,
pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó.
El fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido
a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura de mirra y áloe.
Tomaron el cuerpo de
Jesús y lo vendaron todo, con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre
los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto
un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los
judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí
a Jesús.
Palabra
del Señor
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