TIEMPO DE PASCUA
Domingo, 5 de mayo de 2019
- 1ra lect.: Hch
5,27-32.40-41
- Sal 29
- 2da lect.: Ap 5,11-14
- Evangelio: Jn 21,1-19
EXAMEN DE AMOR
El texto del evangelio
de este III Domingo de Pascua nos refiere una nueva apariencia de Jesús
resucitado, como es habitual en los
primeros domingos de pascua. En el
relato advertimos 2 escenas independientes en cuya acción es protagonista el
apóstol Pedro, por supuesto en segundo lugar, después de Cristo Resucitado:
1.- Aparición de Jesús
a sus discípulos,
2.- Conversación de
Jesús con Pedro. A su vez, la aparición
contiene 2 secciones: la pesca y la comida.
También la conversación con Pedro tiene 2 momentos: 1) Rehabilitación
del apóstol mediante la entrega de una misión pastoral preeminente; y 2)
preanuncio del destino martirial de Pedro.
Después de su resurrección, Cristo se aparece a sus
discípulos a orillas del mar de Galilea mientras éstos se ocupaban en labores
de pesca. En esta aparición distinguimos 2 momentos: pesca y comida, se
verifican todas las constantes de las apariciones pascuales del Resucitado.
Excepto una. Efectivamente, la
iniciativa es de Jesús, que no es reconocido en un primer momento, sino por una
palabra o gesto suyo y mediante un proceso gradual de fe que aquí es iniciado,
por aquel discípulo "amado" (Juan), que se lo comunica a Pedro: ¡Es
el Señor! Certeza que participan también los otros 5 discípulos que estaban
allí presentes.
Aunque falta el envío misionero, está
suplido con creces por el simbolismo misionero de la barca, la pesca, la red y los peces...detalles todos que apuntan la misión universal de la
Iglesia, iniciada por aquellos a quienes Jesús constituyó "pescadores de
hombres" y que ahora trabajan juntos para ver cómo desborda de peces su
red.
Amigo televidente, ahora quiero
presentarte una clave de lectura:
La Iglesia misionera, que tiene
presente el aviso de Jesús en el ejemplo de la vid y los sarmientos: sin mí no
pueden hacer nada. Porque todavía estaba ausente Jesús y su mandato
misionero" "echen la red", por eso quedaron vacías las redes de
los apóstoles en el primer intento.
Así mismo la frugal comida que
siguió a la pesca ha de entenderse en
clave Eucarística. Es el segundo nivel
de lectura del pasaje que nos ocupa.
(La raíz
etimológica de frugal se halla en frugális, un vocablo de la lengua
latina. Se califica como frugal a aquel
que suele beber y comer con moderación, de manera escueta).
Cuando los discípulos
han descargado la red, Jesús los invita a comer del pan y del pescado Él les ha
preparado sobre las ascuas, es decir, un fuego incandescente, como de los peces
que han atrapado. Cito abro comillas:
“Jesús se acerca, toma el pan y se lo da; y lo mismo el pescado” Cierro las
comillas. Repite el ritual de la
multiplicación de los panes y los peces que, a su vez, es el mismo que el de la
última Cena y el de Emaús. Como un eco
del evangelio de este domingo, desde el principio el pez fue signo y contraseña
de Cristo en la iconografía y arte cristianos.
“Señor tu sabes que te
quiero” ha examinado a Pedro sobre el amor, pues su tarea como guía de las
ovejas del buen Pastor habrá de ejercer sobre la base de amor al rebaño.
Un amor que se prueba
en la obediencia. Pronto Pedro tuvo
ocasión de testimoniar su amor y su fe en Cristo, el Señor resucitado, como
vemos en la primera lectura. Llegado el
momento de la prueba, ante el consejo de los judíos y desafiando su orden,
Pedro proclama en nombre de sus compañeros la muerte y resurrección de
Jesús. Testigos de eso somos nosotros y
Espíritu Santo -declaran los apóstoles- y no podemos callar porque hay que
obedecer a Dios primero que a los hombres.
Señor Jesús, como
a Pedro, hoy tú nos preguntas también:
¿Me amas? Sí,
Señor: pero concédenos amarte todavía mucho más
con un corazón
caldeado por el fuego inextinguible de tu amor.
Tú nos abriste el
camino que lleva hasta el Padre
y, gracias a ti,
la vida es mucho más fuerte que la muerte.
Estamos seguros
por la fe de que vives en nosotros
y estás presente
en cada hombre y mujer, nuestros hermanos.
Haz que nos
entreguemos a la apasionante tarea de amarte,
queriendo sin
medida a los demás con el amor con que tú los amas.
Danos la fuerza de
tu Espíritu para ser tus testigos siempre,
y obedecer la
voluntad de Dios si temor a nada ni a nadie.
Amén
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