lunes, 25 de marzo de 2019

HOMILÍA: V Domingo. Tiempo de CUARESMA. Ciclo C


Color: MORADO

Domingo, 7 de abril de 2019

-          1ra lect.: Is 43,16-21
-          Sal 125
-          2da lect.: Filp 3,8-14

-          Evangelio: Jn 8,1-11



UN PERDÓN QUE REGENERA

La escena evangélica de este V domingo es introducida por los escribas y fariseos, que le traen a Jesús una mujer sorprendida en flagrante adulterio.  Así tienen ocasión de ponerlo a prueba.  Su intención, además de capciosa, era claramente discriminatoria: ¿Por qué hacen caer sobre la mujer todo el rigor de una ley que, según el Pentateuco, era igual para ambos cómplices?
Mientras le acosan sus interlocutores, Jesús se toma un tiempo de ventaja, agachado, escribiendo en el suelo. Quizá estaba escribiendo la frase que cuando se incorporó le lanzó como contrataque a sus enemigos, tratando de romper la trampa que le tienden tan hipócritas colaboradores de la ley: “El que este sin pecado que le tire la primera piedra” (Jn 8, 7).  Ésta debía ser lanzada por los testigos de la acusación. Al oír la frase de Jesús, ellos se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos (a mayor edad, más pecados). Ha sucedido lo contrario de lo que ellos querían. La persona condenada por la ley no era la mujer, que ni nombre tienen, sino ellos mismos que se creían fieles a la ley, como el hijo mayor del domingo pasado.
Y quedaron solos Jesús y la mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?  Ella contestó: Ninguno, Señor.  Jesús le dijo: tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más.
Magnífica lección evangélica.  Así rehabilita a la persona el perdón de Dios.  Jesús no demuestra aquí una indulgencia especial para los pecados de la carne, sino que, en un delicado equilibrio, absuelve al pecador: “Tampoco yo te condeno”, pero condena claramente el pecado: “En adelante no peques más”. La solución final de Jesús verifica la verdad de la afirmación del prólogo de san Juan: “La ley se dio por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo” (Jn 1, 17).
La escritura denuncia el pecado, pero no se propone condenar al pecador, ya que la intención de quien escribe apunta a la salvación.  La ley ha sido dada para la vida y no para la muerte, para la conversión y no para la desesperación, para el perdón y no para la condena.  Pero los profetas han prometido que vendrán días en que Dios nos quitará el corazón de piedra y nos dará un corazón de carne; escribirá su ley no con el dedo en la piedra, sino con el Espíritu en nuestro corazón.

Exhortación final
(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 460)

Es justo bendecirte, Padre, porque en Jesús de Nazaret
dejaste al descubierto la hipocresía que nos corroe por dentro.
¡Pobre mujer adúltera! Todos la señalaban con el dedo, todos,
pero Jesús la perdonó y le devolvió su dignidad perdida.
Qué lección para nosotros, fiscales aficionados y baratos,
que denunciamos y encasillamos fácilmente a los demás.
Tú, en cambio, brindas siempre una segunda oportunidad.

Ante ti, Señor, todos somos imperfectos y pecadores;
reconocerlo es nuestra salvación, la única salida airosa.
Rehabilitados por tu perdón como personas e hijos tuyos,
estamos alegres y te damos gracias por siempre, Señor.
Amén. 


V Domingo de Cuaresma. Ciclo C
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