miércoles, 30 de enero de 2019

Homilía: IV Domingo. Tiempo Ordinario. Ciclo C


       Color: Verde

Domingo, 3 de febrero de 2019


Sagrada Escritura:

Primera: Jer 1, 4-5.17-19
segunda:
I Co 12, 31 - 13,13
Evangelio:
Lc 4, 21-30

Uno de los personajes más fascinantes y dramáticos del circo es el domador rodeado de sus leones y sus tigres. Éste hace que salten anillos de fuego, se sienten a sus órdenes y coloquen mansamente sus zarpas sobre su cuello.
El domador se siente dueño y señor, ha domesticado a sus fieras.
Los niños embelesados se preguntan: ¿quién es éste a quien los leones y los tigres obedecen? Y aplauden su valor.
Si se pueden domar los tigres y los leones, todo se puede domar, todo se puede convertir en mi mascota.
Todos los humanos, incluidos los predicadores y los curas, queremos, sin querer a veces, domesticar la palabra de Dios, debilitarla, someterla, que pase por el aro de nuestro fuego, en lugar de quemar con el fuego de Dios.
Tremenda tentación la de reducir a Dios y su mensaje a tamaño natural, a postal o sticker de consumo.
Dios no es un tigre que pueda ser domado por ningún domador por más experto y valiente que sea. Y su mensaje tampoco.
Los políticos sondean primero a los ciudadanos para conocer su opinión.
Que los votantes son partidarios de la pena de muerte, ellos también; que son partidarios del aborto, ellos también; que son partidarios de bajar los impuestos, ellos también. Es el camuflaje electoral.
A la iglesia venimos a escuchar a los profetas, no a los políticos. Los profetas como Jeremías, Pablo y Jesús no nos preguntan nuestra opinión. Simplemente hablan palabra de Dios: exigente, dramática, apasionada, amorosa, sin anestesia… palabra de Dios, no de nosotros oyentes, palabra de Dios para nosotros los enamorados de Dios.
Hoy, millones de católicos son como Jeremías formados, conocidos y consagrados por Dios con este mensaje "levántense y díganles a todos lo que les mando" y como no les gustará el mensaje intentarán derrotarles o ignorarles pero no podrán porque yo estoy con ustedes para liberarles.
El profeta Jesús, en el evangelio, nos dice: "Hoy, esta palabra se cumple en medio de ustedes"
Los profetas no miran al pasado ni al futuro. Miran al presente, a este hoy. En este hoy hemos de dar cabida a Dios, en este hoy con sus dificultades, con sus problemas, con sus adicciones, su aburrimiento, sus temores y sus ilusiones… En este hoy la palabra de Dios tiene que resonar con más fuerza que cualquier otra palabra.
Hoy, nosotros los pobres, somos llenados con el perdón y el amor de Dios. Hoy somos constituidos en "ciudad fortificada" contra el mal.
Hoy como ayer muchos se maravillan de las palabras que salen de la boca de Jesús, de la boca de Dios.
Y hoy como ayer ponemos un pero, un interrogante a esa palabra.
¿No es éste el hijo de José?
Qué bien habla el presidente, pero si supieras…
Qué bien habla el cura, pero si supieras…
Qué bien habla Jesús, pero es sólo el hijo de José…
A los hombres todos se nos pueden poner todo tipo de peros. A Jesús y su palabra no.
Júramelo. Prométemelo y creeré.
Haz aquí los milagros que dicen has hecho en Cafarnaún.
Una manera de negar a Dios, de domesticar su palabra es pedirle milagros. Queremos tener a Dios a nuestro servicio. Nosotros somos los que debemos estar al servicio de Dios.
¿Qué pasó en Nazaret?
Era el primer sermón de Jesús a los suyos, gente piadosa y buena, gente que acudía al templo todos los sábados, gente que escuchaba la palabra, gente como nosotros. Nosotros también hacemos esas cosas ¿o no?
¿Qué pasó en Nazaret?
Jesús predicó y se armó un gran escándalo.
Sus oyentes: admiración, aplausos, ojos fijos en Jesús.
Al final del sermón: rabia, gritos y ganas de lincharlo.
Aquellos feligreses de la sinagoga tenían una visión estrecha, limitada y errónea de la verdad y del proyecto de Dios. Conocían la Escritura pero la malinterpretaban.
Jesús no había venido a predicar el año de gracia sólo para los habitantes de Nazaret sino para los de todo el mundo.
No hay una tierra santa. Toda la tierra es santa, Sidón, Sarepta…
No hay un pueblo elegido. Todos los pueblos son elegidos.
No hay fronteras. La geografía de Dios no es física sino humana.
No hay partidos. Todos hijos e hijas del mismo Padre.
No hay tigres sin manchas. Todos tenemos las nuestras.
No hay hombres sin pecados. Todos necesitados del perdón grande de Dios.
Jesús es rechazado porque quiere ser para todos.
Es sorprendente pero verdadero, la religión puede endurecer el corazón y rechazar a Dios que no se deja domesticar.
Expulsaron a Jesús de su pueblo porque quería ser para todos.
Y Jesús continúa su misión, la de amarnos a pesar de nosotros, a pesar de todo.


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