Color: MORADO
Domingo, 22 de marzo de 2020
CITAS BÍBLICAS
I Lec. I Samuel 16, 1b.6-7.1’-13
Salmo Responsorial 22
II
Lec. Efesios 5, 8-14
III Lec. Juan 9,1-41
“ANTES ERA OSCURIDAD Y AHORA SOY LUZ”
En este camino hacia la Pascua y a la renovación de nuestras promesas
bautismales, la liturgia nos recuerda los encuentros de Jesús y sus
conversaciones.
¿Recuerdan la
samaritana con su cubo, sus viajes al pozo, sus maridos, su confusión, su
"me ha dicho todo lo que he hecho" y su confesión de fe?
¿Recuerdan la
promesa de Jesús: Yo llenaré tu pozo de agua viva y adorarás en Espíritu y en
verdad?
¿Recuerdan que
Jesús es el que nos busca el primero, el que nos ofrece su amor y el
protagonista de nuestra conversación con él?
Más fácil.
¿Recuerdan el evangelio y el sermón del domingo pasado?
Hoy, en este
cuarto domingo de Cuaresma, la palabra de Dios nos quiere recordar a todos
nuestro nacimiento a la vida cristiana, nuestro bautismo.
"Antes eran
oscuridad, ahora son luz en el Señor", nos ha recordado Pablo.
Antes eran
ciegos. Ahora ven.
Jesús vio un
ciego de nacimiento. Y sus discípulos le preguntaron: ¿quién pecó, él o sus
padres? ¿Quién tuvo la culpa que naciera ciego?
Los hombres
siempre buscamos razones para justificarlo todo, siempre buscamos culpables
para condenarles o responsables para premiarles.
Jesús ve las
cosas con otros ojos y nos dice:
Dios no es un
policía. Dios no trabaja en el cuartelillo.
Dios no da visas
porque no tiene fronteras.
Dios no ve la
ceguera como castigo por el pecado sino como ocasión para manifestar su
actividad salvadora. Yo he venido para hacer visibles las obras de Dios. Dios
está en la ceguera y está en la sanación.
Y Jesús en
aquel encuentro con el ciego de nacimiento realizó un signo de salvación, la
obra de Dios, el trabajo de compasión y de amor.
Para Dios no hay
culpables; hay sólo personas que salvar, personas destinadas a ver la gloria de
Dios, personas llamadas a ver, a conocer a Jesús, al salvador. Ayer fue el
ciego, hoy eres tú.
Ayer el Señor
con un poco de barro y de saliva le untó los ojos y le mandó a lavarse a la
piscina de Siloé. Obedeció y vio. Se lavó y recuperó la vista y conoció a
Jesús.
Este hombre hizo
el viaje hacia la fe.
Cada vez y a
cada pregunta iba respondiendo con más claridad sobre la identidad del que le
había curado.
"Ese hombre
llamado Jesús". "Es un profeta". "Si ese hombre no viniera
de Dios, no podría hacer nada". "Creo, Señor".
Ayer este hombre
empezó a ver con los ojos de la carne y con los ojos de la fe.
La fe es luz y
es visión y es conocimiento y es adoración. Y sólo Jesús puede hacer este
milagro de abrir los ojos para ver las cosas de Dios y las cosas del mundo con
los ojos de Dios.
¿Y hoy? ¿No
pasa nada?
¿Y aquí?
¿No pasa nada?
¿Acaso no hay
aquí ningún ciego?
¿Acaso no hay
ninguno que viva en la oscuridad y en la ignorancia?
Aquí está la
piscina de Siloé donde el Señor nos invita a lavarnos cada domingo.
Aquí está el
Señor que nos dice: Yo soy la luz del mundo.
Nosotros somos ese
ciego, llamados a recuperar la visión de la fe.
En el viaje
hacia la fe tenemos que ir cada día descubriendo capas más profundas. En este
viaje cristiano hay que crecer, madurar y responder con más convicción cada
día.
No basta decir:
"ese hombre llamado Jesús", ése sí era bueno, ése sí hacía
maravillas, ése sí hizo una revolución, ése sí enseñó lo que es el amor y la
compasión, porque ha habido y hay muchos hombres buenos en el mundo.
No basta decir:
"ése es un profeta", porque ha habido y hay muchos profetas.
No basta decir:
"ése es el enviado de Dios", porque…
No basta decir:
"si este hombre no viniera de Dios no podría hacer nada", porque ha
habido y hay muchos hombres de Dios.
Estamos llamados
a decir: Yo creo, Señor, tú eres la luz de mis ojos. Sólo tú tienes palabras de
vida eterna. Sólo en ti está la salvación. Sólo tú eres Señor.
Y para
llegar hasta aquí hay que orar mucho, adorar mucho y juntarse con los que viven
en el Señor.
Un día, ayer, el
Señor nos lavó en el agua bautismal y nos ungió con el Espíritu Santo.
Un día, puede
ser hoy, el Señor nos visita y quiere que lleguemos a ver con los ojos de la fe
a Dios nuestro Padre.
No hay peor
ciego que el que no quiere ver.
Dejemos a los
discípulos de Moisés, a los fariseos y a todos los que buscan excusas para no
creer, excusas divinas y humanas, dejémosles discutir porque no buscan la luz
ni la verdad, sólo quieren tener razón.
Y nosotros
sabemos que la verdad y la razón sólo están en Dios y en su enviado Jesucristo.
Y ojalá
todos podamos decir: Yo sólo sé una cosa, que antes era ciego y ahora veo; que
antes era oscuridad y ahora soy luz; que antes no conocía a Jesucristo y ahora
lo conozco y lo amo.
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