Domingo, 15 de marzo de 2020
CITAS BÍBLICAS
I Lec. Exodo 17, 3-7
Salmo Responsorial 94
II
Lec. Romanos 5, 1-2.5.8
III Lec. Juan 4, 5-42
AGUA PARA LA SED
La Cuaresma no es
sólo el tiempo en que nosotros nos ponemos en camino hacia Dios, la
Cuaresma es el tiempo en que Dios sale a nuestro encuentro.
¿Dónde nos
encuentra? en la casa, en el trabajo, en la calle, en la iglesia…?
¿Cómo nos
encuentra? Nos encuentra sucios, deprimidos, llenos de coraje, con resaca,
sedientos, prostituidos… Nos encuentra sin nombre, sin el traje de fiesta, sin
la gracia y el amor.
Dios ha hecho
este largo viaje para encontrarte a ti; para devolverte la dignidad de hijo,
para llevarte a su reino, para abrazarte, para conversar contigo.
Eran las 12,
mediodía, cuando Jesús llegó al pozo de Jacob. Jesús estaba cansado y sediento.
El pozo en la
Biblia era el lugar de cita de pastores y pastoras. Junto al pozo flirteaban (conversar: de manera cariñosa, con la intención de
iniciar una relación amorosa) por las tardes y se enamoraban.
Era el lugar de
la vida para las personas y los ganados.
Junto al pozo de
Jacob conversa Jesús con una mujer sin nombre, sin religión, sin marido,
adúltera y pecadora.
En esta
conversación la samaritana habla de sus cosas: de los judíos, del pozo
profundo, del cubo para sacar agua, de su marido, de las diferencias religiosas
entre samaritanos y judíos, del monte Garizim y de Jerusalén, de su sorpresa de
que un judío le dirija la palabra…
Jesús, el
enamorado, comienza la conversación con estas palabras: "dame de
beber".
"Si
conocieras el don de Dios, si conocieras quién te pide de beber, tú le habrías
pedido y él te habría dado agua viva".
Jesús cambia el
rumbo de la conversación y se presenta como el don de Dios, el enviado de Dios,
el agua viva que salta hasta la vida, el agua que quita la sed.
Jesús se
presenta como el profeta que lee su vida, le revela su pecado, va al fondo de
su corazón y lo encuentra amargo y sin agua.
Conversar con el
Señor no es irse por las ramas ni hacerse el despistado.
Conversar con el
Señor no es discutir sobre esta religión o la otra.
Conversar con el
Señor no es opinar sobre qué movimiento en la parroquia es más eficaz.
Conversar con el
Señor no es repetir lo que hemos aprendido en la Biblia.
Conversar con el
Señor, hoy, en la misa de las 12:30 no es ponerse a la defensiva y decirle
nuestras excusas: ya tú sabes, Señor, el trabajo, los hijos, las mujeres, la
rutina, la renta, las ratas, el loco del barrio…¿cómo puedo tomarme en serio tu
presencia con tantos asuntos en mi mente?
Conversar con
Jesús es identificarse con la samaritana. Es mirar la profundidad de tu pozo.
Es dejar que Jesús te lo llene de agua que quita la sed, de agua viva.
Conversar con
Jesús es dejarle hablar a él, escucharle y permitirle ver tu vida tal cual es.
Es abrirte a él
para que te redima.
Conversar con
Jesús, hermanos, es reconocer que Dios no está ni en la montaña ni en
Jerusalén. Dios está en mi sed.
Dios no está en
el templo sino en el grito de mi espíritu que grita: dame tu don, dame tu agua
viva.
Me decía una
señora, hace unos días, lo siguiente:
Ya he dejado de
pensar que mi marido me pueda hacer feliz. No puede. Sólo soy feliz porque Dios
me hace feliz. Desde que me entregué a Dios, él ha abierto una fuente inmensa
de gozo en mi. Y ha liberado a mi marido de un peso enorme. Ahora más que
insistirle en que me dé lo que sólo Dios puede darme, soy libre para amarle y
compartir mi felicidad con él. Y creo que él se siente mejor así.
Cuando hemos
probado el agua viva del Señor, no necesitamos de otras fuentes.
La mujer
samaritana conversó con el judío Jesús. Le escuchó. Le reconoció primero como
profeta y luego como Cristo. Y le adoró en espíritu y en verdad.
Y dejando
olvidado el cubo y el agua se fue corriendo al pueblo.
Y comenzó una
segunda conversación.
La conversación
con sus amigos y vecinos.
"Vengan
conmigo a ver a un hombre que me ha hecho ver el fondo de mi pozo, que me ha
ayudado a leer mi vida a la luz del Espíritu de Dios. Vengan a conversar con el
Mesías, el Salvador, el Cristo".
Jesús se quedó
en el pueblo y conversó con todos y, como resultado de aquella conversación,
creyeron.
No estamos aquí,
hermanos, para hablar de las conversaciones de Jesús. Estamos aquí para hablar
con Jesús, para dejarle hablar y para adorarle como el Cristo y el Salvador
para ti, para mi y para todos nosotros.
Y si le
escuchamos nosotros también correremos a anunciarle a los hermanos.
Vengan y vean un
hombre que me ha ayudado a leer e interpretar mi vida a la luz del Espíritu.
III Domingo de Cuaresma
Ciclo A
15 de marzo de 2020
Hechos
que son Noticias
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