viernes, 13 de marzo de 2020

HOMILIA: III Domingo de Cuaresma. Tiempo Ordinario - Ciclo A

Color: MORADO

Domingo, 15 de marzo de 2020


CITAS BÍBLICAS


I Lec. Exodo 17, 3-7

Salmo Responsorial 94
II Lec. Romanos 5, 1-2.5.8

III Lec. Juan 4, 5-42


AGUA PARA LA SED



La Cuaresma no es sólo el tiempo en que nosotros nos ponemos en camino hacia Dios, la Cuaresma es el tiempo en que Dios sale a nuestro encuentro.
¿Dónde nos encuentra? en la casa, en el trabajo, en la calle, en la iglesia…?
¿Cómo nos encuentra? Nos encuentra sucios, deprimidos, llenos de coraje, con resaca, sedientos, prostituidos… Nos encuentra sin nombre, sin el traje de fiesta, sin la gracia y el amor.
Dios ha hecho este largo viaje para encontrarte a ti; para devolverte la dignidad de hijo, para llevarte a su reino, para abrazarte, para conversar contigo.
Eran las 12, mediodía, cuando Jesús llegó al pozo de Jacob. Jesús estaba cansado y sediento.
El pozo en la Biblia era el lugar de cita de pastores y pastoras. Junto al pozo flirteaban (conversar:  de manera cariñosa, con la intención de iniciar una relación amorosa) por las tardes y se enamoraban.
Era el lugar de la vida para las personas y los ganados.
Junto al pozo de Jacob conversa Jesús con una mujer sin nombre, sin religión, sin marido, adúltera y pecadora.
En esta conversación la samaritana habla de sus cosas: de los judíos, del pozo profundo, del cubo para sacar agua, de su marido, de las diferencias religiosas entre samaritanos y judíos, del monte Garizim y de Jerusalén, de su sorpresa de que un judío le dirija la palabra…
Jesús, el enamorado, comienza la conversación con estas palabras: "dame de beber".
"Si conocieras el don de Dios, si conocieras quién te pide de beber, tú le habrías pedido y él te habría dado agua viva".
Jesús cambia el rumbo de la conversación y se presenta como el don de Dios, el enviado de Dios, el agua viva que salta hasta la vida, el agua que quita la sed.
Jesús se presenta como el profeta que lee su vida, le revela su pecado, va al fondo de su corazón y lo encuentra amargo y sin agua.
Conversar con el Señor no es irse por las ramas ni hacerse el despistado.
Conversar con el Señor no es discutir sobre esta religión o la otra.
Conversar con el Señor no es opinar sobre qué movimiento en la parroquia es más eficaz.
Conversar con el Señor no es repetir lo que hemos aprendido en la Biblia.
Conversar con el Señor, hoy, en la misa de las 12:30 no es ponerse a la defensiva y decirle nuestras excusas: ya tú sabes, Señor, el trabajo, los hijos, las mujeres, la rutina, la renta, las ratas, el loco del barrio…¿cómo puedo tomarme en serio tu presencia con tantos asuntos en mi mente?
Conversar con Jesús es identificarse con la samaritana. Es mirar la profundidad de tu pozo. Es dejar que Jesús te lo llene de agua que quita la sed, de agua viva.
Conversar con Jesús es dejarle hablar a él, escucharle y permitirle ver tu vida tal cual es.
Es abrirte a él para que te redima.
Conversar con Jesús, hermanos, es reconocer que Dios no está ni en la montaña ni en Jerusalén. Dios está en mi sed.
Dios no está en el templo sino en el grito de mi espíritu que grita: dame tu don, dame tu agua viva.
Me decía una señora, hace unos días, lo siguiente:
Ya he dejado de pensar que mi marido me pueda hacer feliz. No puede. Sólo soy feliz porque Dios me hace feliz. Desde que me entregué a Dios, él ha abierto una fuente inmensa de gozo en mi. Y ha liberado a mi marido de un peso enorme. Ahora más que insistirle en que me dé lo que sólo Dios puede darme, soy libre para amarle y compartir mi felicidad con él. Y creo que él se siente mejor así.
Cuando hemos probado el agua viva del Señor, no necesitamos de otras fuentes.
La mujer samaritana conversó con el judío Jesús. Le escuchó. Le reconoció primero como profeta y luego como Cristo. Y le adoró en espíritu y en verdad.
Y dejando olvidado el cubo y el agua se fue corriendo al pueblo.
Y comenzó una segunda conversación.
La conversación con sus amigos y vecinos.
"Vengan conmigo a ver a un hombre que me ha hecho ver el fondo de mi pozo, que me ha ayudado a leer mi vida a la luz del Espíritu de Dios. Vengan a conversar con el Mesías, el Salvador, el Cristo".
Jesús se quedó en el pueblo y conversó con todos y, como resultado de aquella conversación, creyeron.
No estamos aquí, hermanos, para hablar de las conversaciones de Jesús. Estamos aquí para hablar con Jesús, para dejarle hablar y para adorarle como el Cristo y el Salvador para ti, para mi y para todos nosotros.
Y si le escuchamos nosotros también correremos a anunciarle a los hermanos.
Vengan y vean un hombre que me ha ayudado a leer e interpretar mi vida a la luz del Espíritu.





III Domingo de Cuaresma
Ciclo A
15 de marzo de 2020




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