Domingo, 6 de octubre de 2019
CITAS BÍBLICAS
-1ra lect Habacuc 1, 1.2-3; 2, 2-4
-Salmo 94
-2da lect II
Timoteo 1, 6.8. 13-14
-3ra lectLucas
17, 5-10
FE BARATA: SÓLO REZAR.
FE CARA: REZAR Y
COMPROMETERSE
Alejandro Solzhenitsyn,
enviado a un campo de concentración, fue obligado a trabajar hasta el
agotamiento.
Sin descanso y mal
alimentado, siempre vigilado e incomunicado creyó que todos le habían olvidado
incluso Dios.
Pensó en suicidarse, pero
recordaba las enseñanzas de la Biblia y no se atrevía. Decidió escaparse y así
serían otros los que lo matarían.
El día de la fuga cuando
echó a correr un prisionero que nunca había visto antes se plantó delante de
él.
Le miró a los ojos y vio
más amor en esos ojos del que jamás había visto en los ojos de otro ser humano.
El extraño prisionero se
agachó y con una ramita trazó la señal de la cruz en el suelo de la Rusia
comunista.
Cuando vio la cruz supo
que Dios no le había olvidado. Supo que Dios estaba con él en el pozo de la
desesperación.
Pocos días después
Solzhenitsyn estaba en Suiza. Era un hombre libre.
Vio la cruz dibujada en
la tierra y supo que Dios no le había olvidado.
Vio la cruz y ésta
encendió la fe en su corazón.
Vio la cruz y recordó la
fidelidad de Dios, que su amor es eterno.
Nosotros vemos nuestra
sociedad cada día más secularizada, más empeñada en apagar la luz de la fe y en
ridiculizar la cruz, la religión y a los que aún creen.
Los nuevos ateos son cada
día más vociferantes. Publican libros, están presentes en las ondas y, salidos
del armario, se arman de valor y predican su increencia a los cuatro puntos
cardinales.
El pecado que Israel
cometió, nosotros también, fue el del olvido.
El pueblo de Dios olvidó
las muchas bendiciones de su Dios y los años de felicidad guiados por él.
Olvidó lo pequeños y los
grandes gestos que Dios hizo para liberarlos de sus enemigos.
Olvidó que Dios nunca
olvida sus promesas.
Olvidar es vivir en el
exilio.
Nosotros vivimos en un
exilio dorado, pero sin Dios. Y en este mundo nuevo, obra de los hombres solos,
a veces, recordamos al Dios ausente, al Dios que guarda silencio. Lo
recordamos porque a pesar de tanto progreso, tanto saber y tanto poder
nos topamos con unas barreras infranqueables.
Hay guerras que no
acabamos de ganar.
Hay hambres que no
queremos aliviar.
Hay odios que no sabemos
curar.
Hay injusticias que se
agrandan y son más las puertas que se cierran que las que se abren.
¿Será que no tenemos fe?
Los apóstoles pedían a
Jesús más fe. ¿Cuál es el trabajo que tenemos que hacer? Creer en Jesucristo.
Ojalá la pidiéramos
nosotros también. Ojalá, nosotros, los siervos inútiles, creyéramos en el Señor
que nos contrata.
Aunque lo urgente no es
más fe.
Lo urgente es practicar
la que ya tenemos, experimentarla y dedicarle más tiempo. “El justo vivirá por
la fe”.
Practicar la fe es
“actuar con justicia, amar con compasión y caminar con humildad ante Dios”.
Para hacer estas cosas,
ustedes y yo, tenemos más que suficiente.
A veces nos excusamos
mirando al pasado y lo idealizamos.
Antes todo era más
sencillo, más tranquilo y aparentemente había más respeto a la religión y las
iglesias estaban más llenas.
Todo eso tenía que pasar,
era un espejismo.
Lo esencial no era la fe
practicada con los pies, las manos, la cartera, el tiempo, la vida de cada día,
en el amor a Dios y al prójimo.
Un pasado cristiano pero
sin creyentes.
La fe es una relación con
Jesús, una identificación con su vida y su mensaje.
“Yo creo en el sol incluso
cuando no brilla.
Yo creo en el amor
incluso cuando no lo siento.
Yo creo en Dios incluso
cuando guarda silencio”. Así rezaba una pared en un sótano de Colonia después
de la II guerra mundial.
Pablo recomienda a
Timoteo y a todos los creyentes a “avivar el don de Dios” que se nos dio en el
bautismo.
Avivar la fe cara del
compromiso cristiano es el fin de todas nuestras celebraciones.
No nos reunimos como
pueblo de Dios los domingos para cumplir con la ley sino para que el Señor
despierte nuestra fe y produzca frutos.
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