viernes, 12 de julio de 2019


HOMILÍA: XV Domingo.  Tiempo Ordinario. Ciclo C
Color: Verde

Domingo, 14 de julio de 2019

Deuteronomio  30, 10-14
Colosenses 1, 15-20

“Vete y haz tu lo mismo”

El ritualismo y el legalismo reinaban en el tiempo de Jesús y estaban por encima de las necesidades reales del ser humano. Se hacía lo que estrictamente mandaba la Ley y se evitaba lo que esta prohibía, por encima de las situaciones particulares, que eran muy diversas, como diverso es el ser humano, según su contexto. Los especialistas en defender esta corriente eran los maestros de la Ley.
Precisamente fue un maestro de la Ley quien lanzó la pregunta a Jesús: ¿Qué debo hacer para ganar la vida eterna? Por el simple hecho de ser judío y además, por ser un doctor de la Ley, debía saberlo con sobrada razón. Él no se acercó porque de verdad le interesara la enseñanza de Jesús, sino porque quería probarlo.
Jesús le respondió con de una forma típica entre los maestros antiguos: con otra pregunta, para forzar a que el estudiante descubra por sí mismo la respuesta. Lo remitió a la Ley, pero no sólo a lo que dice la Ley, sino a la forma como el doctor la interpretaba: “¿Qué está escrito en la Ley?” ¿Qué es lo que en ella lees?”
El doctor hizo de manera rápida una maravillosa síntesis de los 613 preceptos promulgados por los fariseos y de los 10 mandamientos del decálogo (Dt 6,5 y Lv 19,18). Los resumió en dos: Amar a Dios y al prójimo. Jesús aprobó la respuesta y lo invitó sencillamente a hacerlo vida. Esa era y es uno de los grandes problemas de las religiones. Muchos discursos, grandes ideales, grandes sueños de amor, de fraternidad universal, pero muchas veces se quedan en buenas intenciones.
El doctor quería justificar su pregunta y probarlo en otra de las grandes discusiones entre los rabinos:“ ¿Quién es mi prójimo?”
Los rabinos coincidían en afirmar que todo compatriota judío era prójimo. Pero disentían en las exclusiones. Algunos aceptaban como prójimos también a los prosélitos (los no judíos que entraban en un proceso para asumir la religión judía). El no judío era considerado una ser indigno de Dios y un ser de inferior calidad frente a Dios y por lo tanto frente a ellos, que se consideraban así mismos, el pueblo elegido. El prójimo era el judío, especialmente el judío cumplidor de la Ley, pues la forma para estar cerca de Dios era el cumplimiento estricto de la Ley y la participación en el culto.
Jesús propuso algo distinto. A Él poco le interesaba la ortodoxia, es decir la recta doctrina, que defendían tanto los legistas. Para los doctores lo más importante era tener todo claro y sin ningún error doctrinal. Jesús se mostró más interesado en la ortopraxia, es decir, por la recta manera de actuar. Sí es importante tener cosas claras, pero no tanto para una pureza mental sino con el fin de tener una mejor calidad humana. Por eso las dos invitaciones fueron a hacer vida esa claridad mental que tenía el doctor: “Haz esto y vivirás…” “Vete y haz tu lo mismo”.
Jesús no respondió con argumentos filosóficos y ni siquiera con argumentos bíblicos. Respondió con una parábola que presenta a una persona necesitada. Se trataba de un ser humano cualquiera. No se dice de dónde era, cómo pensaba, qué religión tenía, cuál era su filiación política o su rol. Sencillamente alguien a quien se le había lesionado profundamente su dignidad humana; alguien que estaba medio muerto.
Los bandidos de ayer y de hoy no se interesan por la persona, sino por aquello que le puedan quitar para calmar una sed insaciable que nunca pasará hasta que cambien de lógica. Los bandidos son seres totalmente vacíos de sentido humano y llenos de un egoísmo que los condena a sobrevivir sembrando cizaña y recogiendo sus amargos frutos. 
Los tres personajes que pasaron después de los bandidos vieron al ser humano tirado en el camino. El sacerdote y el levita eran clérigos, el primero de mayor rango que el segundo. Los dos eran funcionarios del templo y se dedicaban a trabajos sagrados. Estos personajes vieron al ser humano tirado al borde del camino y siguieron de largo. Desde la parte legal no cometieron ningún error. Es posible que fueran para el templo y por lo tanto no podían tocar a un herido porque quedaban impuros y entonces no podían ejercer su trabajo.
La gran diferencia la marcó el tercer personaje. Este hombre hizo suyo el dolor del caído. Esa es la compasión: sentir con el otro. A los bandidos, al sacerdote y al levita, no les interesó el dolor del otro. A unos les interesó el dinero que le podían robar y a los otros les interesó cumplir con la Ley y el culto.
El hombre que tuvo compasión era un samaritano. Para los judíos, los samaritanos eran herejes. Un hereje es aquel que se aparta de la verdadera fe, de la recta doctrina y de la verdadera religión. Las religiones muchas veces se tornan orgullosas y prepotentes, y se atreven a decir que quienes no piensan como ellos son herejes.
Pues bien; este hereje no reparó si el hombre tirado al borde del camino era un samaritano, un judío, o un pagano, ni le interesó la ley de lo puro y lo impuro. No actuó movido por la ley sino por la misericordia (compasión). Vale la penar analizar con detenimiento los pasos que siguió el samaritano: a) Vio al ser humano tirado al borde del camino. b) Sintió compasión, es decir, hizo suyo el dolor del otro. Ese fue el punto de partida para marcar la diferencia. c) acercó al herido. No basta con buenos deseos; hay que actuar. d) Limpió sus heridas con aceite y vino. e) Lo montó sobre su propia bestia. Se incomodó y le ofreció lo que tenía para movilizarse. f) Lo llevó a una posada donde cuidó de él. Vemos seguidamente una buena utilización del dinero. El evangelio no está en contra del dinero sino que cuestiona cómo el ser humano vende su vida para acumularlo egoístamente. Como tenía que seguir su camino. g) Sacó lo equivalente a dos jornales y se la dio al dueño de la posada. Además le prometió pagarle a su regreso lo que gastara de más. El problema no es tener dinero sino permitir que el dinero se convierta en Señor y desplace a Dios.
Jesús no se detuvo en discusiones teóricas propias de los rabinos. Sencillamente lo invitó a actuar como ese “hereje” desinteresado en la ortodoxia e interesado en la ortopraxia. Lo invitó hacerse prójimo y a servir a todo aquel ser humano necesitado. Vale la pena preguntarnos cómo es nuestra vivencia religiosa. ¿Cuál es nuestro interés? ¿A que nos lleva la fe en el Dios de Jesús? ¿Estamos más interesados en la pureza ritual y legal que en el ser humano necesitado? ¿Alguna vez hemos sido indiferentes antes el dolor humano y sin embargo nos hemos acercado a al altar de Dios para presentar una ofrenda vacía de sentido? La invitación es para todos. Sabemos que el amor a Dios y al prójimo es lo fundamental: “Haz esto y vivirás…”, dijo Jesús. Sabemos que es preciso hacernos prójimos de todo aquel ser humano necesitado: “Vete y haz tu lo mismo”. Invitó finalmente Jesús al doctor, y hoy a todos nosotros.




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