Color: Verde
Citas Bíblicas
- 1ra lect.: Sab
18,3.6-9
- Sal 32
- 2da
lect.: Heb 11,1-2.8-19
- Evangelio:
Lc 12,32-48
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TODAVÍA CANTAMOS
Israel continuamente
hacía memoria de los grandes acontecimientos de su historia como pueblo y de la
intervención maravillosa de Dios en él. La memoria de las situaciones adversas,
superadas con el trabajo humano y con la fuerza de Dios, lo ayudaban a seguir
creyendo y trabajando por su humanización.
Nuestra historia
sagrada latinoamericana también está llena de testimonios valerosos de lucha,
fe, esperanza, entrega y fuerza del amor, en medio de las situaciones más
adversas. Viene a mi memoria por ejemplo la canción de Víctor Heredia en la
Argentina de la dictadura militar: “todavía cantamos, todavía pedimos,
todavía soñamos, todavía esperamos; a pesar de los golpes que
asestó en nuestras vidas, el ingenio del odio desterrando al olvido a nuestros
seres queridos; todavía cantamos…” O esta otra de Chico Buarque en
el Brasil de los 70, durante otra dictadura militar: “a pesar tuyo mañana
será otro día; aún pago por ver el jardín florecer como tu no lo querías”.
Los himnos nacionales
de nuestros pueblos, muchas canciones populares y poemas de escritores
reconocidos como la utopía de la unidad latinoamericana de Pablo Neruda: “…
todas las voces todas, todas las manos todas, toda la sangre puede ser canción
en el viento, canta conmigo, canta, hermano americano, libera tu esperanza con
un grito en la voz”. Cada pueblo, cada país tiene sus expresiones
artísticas que alimentan su esperanza. En medio de la horrible noche por la que
todavía pasamos en muchos pueblos, esperamos cantar algún día a pleno
pulmón: “Oh Gloria inmarcesible, oh júbilo inmortal, en surco de dolores,
el bien germina ya”.
La fiesta nacional y
religiosa de Israel era la Pascua, la gran noche que todos pasaban en vela (Ex
12), para hacer memoria de la salida de Egipto. Los acontecimientos del Éxodo
eran conmemorados con especial énfasis. Su lucha por la libertad, el paso del
mar rojo, los cuarenta años de desierto y todas las situaciones adversas,
superadas gracias a la mano de Dios que los condujo hasta la tierra prometida.
En otros momentos de
su historia, figuraban la dura situación del pueblo con la imagen de una mujer
estéril, anciana y frustrada por no haber tenido hijos. Aquí hay muchos
ejemplos: Sara, esposa de Abrahan y madre de Isaac. La esposa de Manoaj y madre
de Salomón. Ana, la madre de Samuel. Isabel, la madre de Juan el Bautista.
Mujeres estériles que tuvieron hijos gracias a la intervención de Dios, porque
él tiene la capacidad de hacer brotar vida de un vientre estéril. Para él no
hay nada imposible.
La segunda lectura
hace memoria de la experiencia de fe de Abrahan, Sara y sus primeros
descendientes, quienes se sometieron a la emigración, a la
ruptura del medio familiar, motivados por la fe en Dios y por el deseo de tener
una tierra propia. Éstos personajes pasaron por momentos muy dramáticos en los
cuales probaron su fe, su esperanza y su capacidad de lucha. La muerte
amenazaba no sólo la pervivencia como personas sino el cumplimiento del sueño
que tenían como pueblo. Pero Abraham creyó por encima de las situaciones de
muerte y de la muerte misma, como consumación del ser. Y aunque murieron sin
haber hecho realidad su utopía, la vislumbraban desde lejos y sembraron en sus
generaciones la esperanza de hacerla realidad: “La fe es seguridad de lo
que se espera y prueba de lo no se ve… Con fe murieron todos éstos, sin haber
recibido la tierra prometida; pero viéndola y saludándola de lejos, confesando
que eran huéspedes y peregrinos en la tierra” (Heb 11,1.13)
La primera
lectura hace memoria de la comida Pascual, cuando los israelitas experimentaron
que el Señor era su salvador. La participación de los sacrificios les servía
además, para entrar en comunión personal y comunitaria con el Dios de la vida,
y para renovar la alianza con Él. Para reafirmar que eran un pueblo libre y
consagrado a Dios, y recordar que debían vivir la solidaridad propia de los
miembros de ese pueblo elegido. “Los hijos piadosos de un pueblo justo ofrecían
sacrificios a escondidas y de común acuerdo se imponían esta ley sagrada; que
todos los santos serían solidarios en los peligros y en los bienes; y empezaron
a entonar los himnos tradicionales”. (Sab 1,9)
Compartir solidario
La cara dura que en
ocasiones nos muestra la vida, nos lleva a que muchas veces vivamos con miedo a
perder y a ser derrotados. A que nos convirtamos en seres
individualistas, mezquinos y egoístas, lobos los unos para los otros. La
situación de la gente en el tiempo de Jesús y la de las primeras comunidades
cristianas, específicamente la situación de las comunidades para las cuales
Lucas escribió su Evangelio, era muy difícil. La dureza se había concretado en
la pobreza extrema, con todo lo que ello encierra.
El Evangelio que hoy
leemos empieza con una invitación de Jesús a derrotar el miedo que no nos deja
crecer y a enfrentar la vida con la confianza puesta en el Dios que nos ama y
nos da su Reino. “No temas, rebañito mío, porque su Padre tuvo a bien
darles parte de su Reino.” Estas palabras tiernas de Jesús son preferidas
de Lucas quien escribió para una comunidad de pobres, conciente de su pequeñez
e impotencia frente a los poderosos de su tiempo, pero fortalecida con el amor
de Dios que la conducía hacia la dignificación de su humanidad maltratada.
En medio de la más
dura crisis por la que pasaban, el evangelio los invitó a vencer el miedo a
perder, y a compartir solidariamente con los demás. Recordemos que fue
precisamente el compartir solidario y organizado, lo que hizo posible el milagro
de la multiplicación de los panes (Lc 9,12-17). Cuando se trabaja
comunitariamente y se comparte solidariamente, alcanza para todos y sobra.
El hombre
postmoderno, capitalista e individualista, es víctima de su propio invento. Su
afán de lucro y acumulación de bienes no se ha traducido en felicidad; por el
contrario, ha aumentado más su sed insaciable de tener más y más. Con este fin
ha sacrificado todos los valores y hasta su misma vida, en el altar de los
templos postmodernos: los centros comerciales. Con este fin muchos hombres
explotan, invaden, declaran guerras, trafican y desplazan personas, destruyen
la vida. Se adueñan de grandes extensiones de tierra, logran grandes y
envidiables capitales, construyen imperios económicos, pero no son felices.
Porque el poseer y el consumir egoísta no da la felicidad. Por el contrario,
produce ansiedad, depresión, neurosis, vacío existencial, injusticias,
terrorismo, más miedo y más dolor para todos.
Necesitamos mantener
la cintura ceñida y las lámparas encendidas. (v. 35). Este es un hermoso signo
de fe y esperanza en medio de la lucha por una vida digna. Este versículo
también hace referencia simbólica a la celebración de la pascua judía, cuando
los israelitas salieron de Egipto y emprendieron la gran aventura utópica de
conseguir la libertad: “Y comerán así: `Con el traje puesto, las sandalias
en los pies y el bastón en la mano. Ustedes no se demorarán en comerlo: es una
pascua en honor a Yahvé´” (Ex 12,11).
Enfrentar la vida con
la serenidad de un rebaño cuidado por un buen pastor y de un hijo en los brazos
de su madre. Pero con la cintura ceñida y las lámparas encendidas, con el
compromiso siempre firme de trabajar decididamente por el Reino de Dios y su
justicia y de administrar fielmente los dones que Dios nos dio y nos sigue
dando cada día.
Espere dese el sábado 17 de agosto, por Extrema: 879. www.extrema.com el Programa "En Valores" de 12:00 a 2:00 P.M.
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