martes, 19 de marzo de 2019

HOMILÍA: III Domingo. Tiempo de CUARESMA. Ciclo C


Color: MORADO

Domingo, 24 de marzo de 2019

Primera lect.: Ex 3,1-8.13-15
Sal 102 (103),1-4.6-8.11
Segunda lect.: 1Cor 10, 1-6.10-12
Tercera lect.: Lc 13 1-9

ANTES QUE SEA TARDE
A partir de este tercer domingo de Cuaresma la liturgia de la Palabra se centra abiertamente en el tema de la conversión para la renovación bautismal.  La conversión antes que sea demasiado tarde, es la respuesta adecuada a la paciencia de Dios.  Como reza el lema del mes: “Conviértanse y Crean en el Evangelio” (Mc 1, 15) y que yo quiero poner en primera persona: “YO ME CONVIERTO Y CREO EN EL EVANGELIO”. Así habremos asimilado la lección de la historia del pueblo de Israel.  Aquí hay que prestarle atención a la segunda lectura (I Cor 10, 1-6. 10-12), a quien Dios reveló su nombre y lo liberó de la esclavitud de Egipto por medio de Moisés, como vimos en Ex 3, en la primera lectura.
El Evangelio de este tercer domingo tiene dos unidades muy bien diferenciadas:
1.- Comentario de Jesús a dos tristes sucesos: muerte violenta de unos galileos y derrumbamiento de la torre de Siloé que aplastó a 18 hombres.
2.- Parábola de la higuera estéril.  Ambas unidades coinciden con urgencia de la  conversión antes que se agote la paciencia de Dios.
La desgracia no es castigo de Dios, sino ocasión y aviso para la conversión, dice Jesús.  La razón estriba en que Dios no es vengativo ni se complace en la muerte del pecador sino que se convierta y viva.  A su vez, la parábola de la higuera estéril refleja la misericordia de Dios y manifiesta su paciencia que espera de nosotros frutos de conversión.  Dios es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia, proclama el salmo (102).  También es tiempo de convertirse y dar fruto para Dios, aprovechando la oportunidad de la cuaresma.
Convertirse es la respuesta y actitud adecuadas.  Conversión que urge.  No obstante, hay mucha diferencia entre vivir la urgencia de la conversión como una amenaza o como una invitación liberadora.  En el caso de amenaza, la inminencia del juicio de Dios crea angustia; como invitación liberadora, en cambio, se trata de una llamada estimulante que genera gozo porque nos libra del lastre que nos impide crecer como personas y como creyentes.
Para asimilar el espíritu del reino lo primero es dejar nuestros ídolos y falsas seguridades para seguir la voz de Dios, descalzarnos ante él como Moisés en la teofanía del desierto cuando Dios le reveló su nombre en la zarza ardiendo, como vimos en la primera lectura.
La conversión del corazón a que nos urge la cuaresma, además de expresarse en la vida y conocerse sus frutos tiene un sacramento que la encauza: la penitencia o reconciliación, el sacramento del perdón donde Dios nos reconcilia consigo y con los hermanos. La conversión se manifiesta también en la virtud de la penitencia que verifica el cambio que vamos operando en la dirección del reino de Dios.  De ahí el sentido penitencial de toda la vida cristiana.

Exhortación Final

(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada domingo San Pablo, España, 1993, p. 454)

Te bendecimos, Padre, porque eres paciente y compasivo,
un Dios lento a la ira y rico en clemencia y bondad.
No quieres la muerte del pecador, sino que se convierta y viva.
Por eso nos invitas continuamente a una conversión liberadora;
pero nosotros estamos instalados muy a gusto en la mezquindad,
en la hojarasca estéril de una frondosidad tan sólo aparente.

Convierte, Señor, nuestro corazón a los valores de tu reino:
pobreza y desprendimiento, perdón y fraternidad, paz y concordia,
amor y justicia, alegría y generosidad, aguante y esperanza.
Así seremos hombres y mujeres nuevos, hijos de tu ternura,
cristianos maduros de verdad y guiados por tu Espíritu.

Amén.

III Domingo de Cuaresma. Ciclo C

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