Color:
Verde
Domingo, 10 de febrero de 2019
Sagrada Escritura:
Primera: Isaías 6, 1-2a.3-8
segunda: I Corintios 15, 1-11
Evangelio: Lucas 5, 1-11
Sagrada Escritura:
Primera: Isaías 6, 1-2a.3-8
segunda: I Corintios 15, 1-11
Evangelio: Lucas 5, 1-11
PRIMERA
LECTURA
Aquí estoy,
mándame.
Lectura del
profeta Isaías. Is 6,1-2a.3-8.
El
año de la muerte del rey Ozías, vi al Señor sentado sobre un trono alto y
excelso: la orla de su manto llenaba el templo. Y vi serafines en pie junto a
él. Y se gritaban uno a otro diciendo: -¡Santo, santo, santo el Señor de los
ejércitos; la tierra está llena de su gloria! Y temblaban las jambas de las
puertas al clamor de su voz, y el templo estaba lleno de humo.
Yo dije: -¡Ay de mí,
estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros, que habito en medio de un pueblo
de labios impuros, he visto con mis ojos al Rey y Señor de los ejércitos.
Y voló hacia mí uno de
los serafines, con un ascua en la mano, que había cogido del altar con unas
tenazas; la aplicó a mi boca y me dijo: -Mira: esto ha tocado tus labios, ha
desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado.
Entonces escuché la voz
del Señor, que decía: -¿A quién mandaré? ¿Quién irá por mí?
Contesté: -Aquí estoy,
mándame.
Palabra de Dios.
Salmo
responsorial. Sal
137,1-2a.2bc-3.4-5.7c-8.
R./ Delante de los
ángeles tañeré para ti, Señor.
Te doy gracias, Señor,
de todo corazón;
delante de los ángeles
tañeré para ti,
me postraré hacia tu
santuario.
R./
Daré gracias a tu
nombre
por tu misericordia y
tu lealtad.
Cuando te invoqué, me
escuchaste,
acreciste el valor en
mi alma.
R./
Que te den gracias,
Señor, los reyes de la tierra,
al escuchar el oráculo
de tu boca;
canten los caminos del
Señor,
porque la gloria del
Señor es grande.
R./
Extiendes tu brazo y tu
derecha me salva.
El Señor completará sus
favores conmigo:
Señor, tu misericordia
es eterna,
no abandones la obra de
tus manos.
SEGUNDA
LECTURA
Esto es lo que
predicamos; esto es lo que habéis creído.
Lectura de la
primera carta del apóstol San Pablo a los Corintios. 1 Cor 15,1-11.
Hermanos:
[Os recuerdo el Evangelio que os proclamé y que vosotros aceptasteis, y en el
que estáis fundados, y que os está salvando, si es que conserváis el Evangelio
que os proclamé; de lo contrario, se ha malogrado nuestra adhesión a la fe.
Porque]
lo primero que yo os transmití, tal como lo había recibido, fue esto: que
Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y
que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se le apareció a Cefas y
más tarde a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos juntos,
la mayoría de los cuales viven todavía, otros han muerto; después se le
apareció a Santiago, después a todos los Apóstoles; por último, como a un
aborto, se me apareció también a mí.
[Porque
yo soy el menor de los Apóstoles, y no soy digno de llamarme apóstol, porque he
perseguido a la Iglesia de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo que soy y su
gracia no se ha frustrado en mí. Antes bien, he trabajado más que todos ellos.
Aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios conmigo.]
Pues bien; tanto ellos
como yo esto es lo que predicamos; esto es lo que habéis creído.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Dejándolo todo, lo siguieron.
Lectura del
santo Evangelio según San Lucas. Lc 5,1-11.
En
aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de
Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret; y vio dos barcas que estaban
junto a la orilla: los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las
redes.
Subió a una de las
barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la
barca, sentado, enseñaba a la gente.
Cuando acabó de hablar,
dijo a Simón: -Rema mar adentro y echad las redes para pescar.
Simón contestó:
-Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por
tu palabra, echaré las redes. Y, puestos a la obra, hicieron una redada de
peces tan grande, que reventaba la red. Hicieron señas a los socios de la otra
barca, para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las
dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies
de Jesús, diciendo: -Apártate de mí, Señor, que soy un pecador. Y es que el
asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada
de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de
Zebedeo, que eran compañeros de Simón.
Jesús dijo a Simón: -No
temas: desde ahora serás pescador de hombres.
Ellos sacaron las
barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.
Palabra del
Señor.
V Domingo. Tiempo Ordinario Ciclo C
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