domingo, 13 de enero de 2019

Homilía: II Domingo. Tiempo Ordinario. Ciclo C


Color: Verde

Domingo, 20 de enero de 2019


Sagrada Escritura:

Primera: Is 62, 1-5
segunda: I Cor 12, 4-11
Evangelio:
Jn 2, 1-11

LOS MEJORES PRODUCTOS DEL MERCADO

EL FESTÍN DE BABETTE

Dos jóvenes viven en un pueblecito de Jutlandia con su padre, un pastor protestante muy austero y sombrío, creador de su propia religión.

En su religión todo es pecado, todo está prohibido, no hay placer humano por inocente que sea, hasta una comida sabrosa, que no esté prohibido.

Las dos jóvenes renuncian al matrimonio y rechazan dos pretendientes. 

A la muerte de su padre, en lugar de dar un giro a sus vidas, deciden continuar su tarea.

Un buen día uno de los pretendientes les pide que den cobijo a Babette que huye de la guerra. Sólo quiere una cama y comida, tranquilidad y silencio, a cambio de hacer todos los trabajos de la casa. La acogen y abraza los sacrificios, el aburrimiento y la rutina de sus vidas.

A Babette le toca la lotería, nuevas posibilidades se abren en su vida, pero decide quedarse y ofrecer á las dos hermanas y a los 10 habitantes del pueblo una cena para la que ha encargado los mejores vinos, los mejores pescados, todos los productos más caros del mercado.

Los invitados, escandalizados creen que es una invitación del mismísimo demonio, hacen voto de silencio, no alabarán ninguno de los manjares consumidos.

Sólo el general, antiguo prometido de una de las hermanas, se maravilla, alaba y goza ante semejante y loco dispendio.

La religión del pastor y de las hermanas había empobrecido la vida de esas gentes, había castrado todo sentimiento , reducida a sacrificios, ascesis y noes, había matado el amor, la alegría, el sexo, la belleza…

Babette, en una comida, les descubrió la grandeza de Dios, la bondad de los sentimientos, el calor de los abrazos, la expresión de la palabra y la alegría del amor.

No hay que renunciar a las alegrías de esta vida porque ya tendremos alegría en la vida del más allá. No hay que quemar este hoy para preparar el mañana.

Cuando leí esta historia, tiene también su versión en cine, sin pensarlo ni quererlo, me vino a la mente mi infancia, mis días de seminario, mi religión con sus miles de noes, sus cilicios, sus pecados, sus infiernos y sus tristezas. Todo tan lejano y ajeno al evangelio de Jesús, el comilón y el borracho, el que se rodeaba de pecadores y prostitutas y el que asistió a algo tan secular y festivo como unas bodas.

Tenemos que estar agradecidos al evangelista San Juan que en este evangelio nos narra el primer signo de Jesús. Con su presencia se inaugura el tiempo nuevo, la religión nueva y nos trae el vino nuevo de la alegría.

La vieja religión, la del AT, está muy presente en este relato.

Las seis tinajas de piedra. Seis es el número de la imperfección, de la creación del hombre, siempre esperando la séptima tinaja , el séptimo día, el de la plenitud y perfección de la creación, de Dios.

De piedra. La ley, escrita en las tablas de piedra, tiene que ser escrita en el corazón. Os arrancaré el corazón de piedra y os daré un corazón de carne.

Están vacías. El agua ya no purifica. Hay que llenarlas con el vino nuevo del amor. Sólo el amor es vida y da vida.

La religión vieja, la del No, la de pensar y vivir sólo para un más allá desconectado del hoy, del mundo en el que vivimos no es la religión de Jesús. Es el yugo insoportable del que tenemos que ser desuncidos (quitar el yugo a un animal).

Muchos cristianos y muchos católicos se han dado de baja de la religión porque siguen viendo la religión como algo viejo, como el ámbito de lo prohibido y de la infelicidad.

El evangelio de las bodas de Caná nos presenta a Jesús ofreciéndonos los mejores productos del mercado: el amor joven de los novios, el gozo de la fiesta, la alegría del vino, la amistad de los encuentros familiares…nos ofrece los mejores dones de Dios.

“Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia”. Jesús no puede consentir que nos quedemos sin vino, sin aceite, sin pan.

Vida es TODO. Vida del cuerpo y del espíritu, vida aquí y vida en el más allá, vida para los hijos y para los que no lo son, vida sin depresiones, sin ansiedades, vida en paz y alegría. Vida que no se mide por los números.

La vida aguada es la vida remansada, no compartida. Es la abundancia maldecida por no ser compartida, por no ver la falta de vino de los hermanos, por no dolernos las carencias de los demás.

No tienen vino. Oportunidad para examinar nuestras vidas y nuestra complicidad en el empobrecimiento de los demás y del planeta.

Vivimos el amor de Dios en cada una de las elecciones que hacemos con las que podemos acumular nuestro vino y quitárselo a los otros.

Todo lo que somos y tenemos es don de Dios.

¿Vivimos y gozamos estos dones solos?

¿Los compartimos con los que nos pueden pagar?

¿Los damos y repartimos a todos los que los quieren acoger? 


Tomado prestado de Parroquia del mundo







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