Domingo, 8 de marzo de 2020
CITAS BÍBLICAS
I Lec. Génesis 12, 1-4
Salmo Responsorial 32
II
Lec. II Tim. 1, 8-10
III Lec. Mateo 17, 1-9
DIOS NOS LLAMA Y NOS ILUMINA
El domingo
pasado comenzábamos el tiempo de Cuaresma, el tiempo de purificación, bajo el
signo de la seducción y el pecado, del No de la humanidad a Dios.
Recordábamos
nuestra debilidad ante los guiños del tentador.
Y contemplábamos
a Jesucristo, solo en el desierto, diciendo Sí a Dios y No al tentador.
En este segundo
domingo de cuaresma hemos escuchado que la historia de la salvación comenzó con
la obediencia de un hombre, Abrahán. A través de su obediencia todos hemos sido
bendecidos.
La voz que le
ordena salir de su tierra y dejar su parentela, no es la voz del hambre, ni la
voz del euro o del dólar, ni la voz del miedo, ni la voz de la aventura, ni
ninguna de las voces que a nosotros nos invitan a viajar.
Era la voz de
Dios la que le ordenaba salir.
Era la voz de
Dios la que le invitaba a la alianza.
Era la voz de
Dios la que le hacía nuevas promesas.
Y Abrahán
se puso en camino. ¿Hacia dónde? El viaje de Abrahán no era dejar Soria,
Veracruz, Manta o Moca para instalarse en Madrid o New York.
Era un viaje
espiritual. Una nueva orientación de su vida. Un cambio interior. Una búsqueda
del Dios verdadero. Abrahán dejó sus dioses, sus ídolos y empezó la hermosa
aventura del encuentro de Dios con mayúsculas. Y lo encontró y creyó y obedeció
y fue bendecido y se convirtió en bendición para sus hijos, su pueblo y todos
nosotros.
El libro del
Buscón termina con esta frase: "Y fuele peor en las Américas porque la
felicidad no consiste en cambiar de sitio sino en cambiar de vida".
Todos nosotros
hemos cambiado de sitio, hemos dejado el campo por el asfalto, la vida
tranquila por la bulla, la familia por el trabajo, a veces hemos dejado las
buenas costumbres por el vicio…¿pero hemos cambiado de vida?
Lo material y
las nuevas obsesiones nos han quitado el deseo y la libertad para este viaje
interior, espiritual, que es la búsqueda de Dios.
Yo les invito,
hoy, en el nombre del Señor, a cambiar de vida y a dejarse guiar, como Abrahán,
por la tierra que él nos prepara y a heredar las promesas que hace a todos sus
hijos.
Abrahán no pidió
seguridades ni garantías; no dijo a Dios "show me the Money",
muéstrame el dinero. El Espíritu era su seguridad y su garantía, su guía y su
paz.
En su viaje a
Jerusalén, Jesús sube a la montaña con Pedro, Santiago y Juan y allí se
transfigura.
La
Transfiguración es como un
§ preview de su resurrección,
§ un anticipo del final de su vida,
§ un momento de éxtasis en el fragor de la batalla de cada día,
§ un anuncio de la gloria venidera.
§ La transfiguración es el triunfo, es el destino de Jesús y de todos sus
seguidores.
Porque Él es la
plenitud, el cumplimiento de la Ley y de los Profetas.
"Señor, qué
bien se está aquí", dijo Pedro. Sí, esos momentos de bienestar en que
hemos dado en el blanco o hemos sido agraciados con la paz inmensa que sólo
Dios puede dar.
Sí, esos
momentos de felicidad que quisiéramos eternizar pero el Señor no invita a bajar
de la montaña, a salir al mundo del trabajo, de los hijos, de la violencia, de
las responsabilidades, de la muerte… y nos dice "Yo también estoy ahí,
transforma la realidad, transfigura el mundo que es tuyo y mío. Ámalo y hazlo
más hermoso.
Dios está en la
montaña y también en el asfalto.
Dios está en los
acontecimientos extraordinarios y en los ordinarios.
Érase un hombre
muy testarudo que se negaba a abandonar su casa a pesar de los repetidos avisos
de amenaza de huracán.
Al equipo de
socorristas que le avisó les dijo: "No se preocupen. Dios se ocupará de
mí!.
A la mañana
siguiente la primera planta de la casa estaba llena de agua. Nuestro hombre se
refugió en la segunda planta. De nuevo el equipo de socorristas le invitó a
subir a la barca y abandonar la casa. "No se preocupen. Dios se ocupará de
mí".
Por la noche
toda la casa estaba inundada y nuestro hombre se sentó en el tejado. Un
helicóptero vino a rescatarlo, pero se negó a subir y decía: "Dios se
ocupará de mí".
Sucedió lo que
tenía que suceder. Nuestro hombre se ahogó.
Cuando llegó al
cielo le preguntó a Dios por su ausencia, por qué no le había socorrido cuando
más lo necesitaba. Dios le contestó: te envié socorristas, te envié una barca,
te envié un helicóptero. ¿Qué más podía hacer?
Dios nos envió a
Abrahán, Moisés, Elías y a Jesús. Y en su bautismo y en la transfiguración nos
dijo: "Este es mi Hijo amado. Escúchenlo".
Dios nos manda
mirar a su hijo. Mírenlo. Vean en él al Hijo de Dios. Véanle revestido de su
carne por amor, véanle, amándole como si sólo existiera usted.
Y escúchenle.
Jesús te está hablado, te lo aseguro. No en visiones. Sí a través de los
hombres, de la guerra, de las tragedias en nuestros países, te habla a través
de tus propias experiencias.
En nuestro viaje
con Jesús hacia nuestra personal Jerusalén, escúchale.
No siempre será divertido,
pero siempre te sentirás animado a encarar y comprender los acontecimientos
felices y los tristes.
II Domingo de Cuaresma. Ciclo A
8 de marzo de 2020
Hechos
que son Noticias
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